La precaria situación del Credit Suisse se sumó ayer a la intervención pública del Silicon Valley Bank y del Signature Bank tras su quiebra y trasladó la sensación de que el sector está expuesto a imponderables críticos que han aflorado con la subida de ... tipos de interés como respuesta a la inflación. Aunque el perfil de negocio de las entidades en dificultades en Estados Unidos sea muy distinto al del segundo grupo financiero suizo, la característica común es que su crisis afecta a la solidez global del sistema, especialmente porque genera serias dudas entre los inversores respecto a la situación de la banca, que se ve de nuevo en el ojo del huracán. La desconfianza hacia ella, con unos peligros bien conocidos aunque su generalización diste de estar justificada, se tradujo en importantes pérdidas del valor de sus acciones a ambos lados del Atlántico, sin que las llamadas a la calma por parte de las instituciones fueran suficientes para alejar el pánico que atenazó los mercados.
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Condicionado por una nefasta gestión que le ha puesto contra las cuerdas, Credit Suisse ha requerido en los últimos meses sucesivas capitalizaciones tras una masiva fuga de clientes, por lo que sus graves problemas no constituyen ninguna sorpresa. La frontal negativa de su principal accionista a inyectarle más liquidez le obligó a solicitar el apoyo del Banco Nacional de Suiza. El hecho de que reconociera que sus datos contables de los dos últimos ejercicios no reflejaban la realidad fue demoledor. Entre otros motivos porque, a la vez que ponía en solfa el alcance de los seguros suscritos en relación a sus depósitos, parecía invitar a la revisión del estado de las demás entidades. De esa forma, la crisis que en las últimas horas parecía acotada a EE UU estalló en Europa de la mano de un grupo sistémico, lo que tiñe de nubarrones el horizonte económico.
Pedro Sánchez garantizó ayer la solvencia de los bancos españoles y destacó las regulaciones y medidas de supervisión establecidas tras la crisis de 2008. Tiene razón en todo ello, lo que no evita los riesgos de que el actual clima se cronifique. El BCE se encuentra hoy entre la pared de la inflación y la espada de los efectos financieros generados por la subida de tipos. Este segundo problema es ahora más agudo que el primero. Porque el control de la inflación, que podría rebotar con la obligada renuncia a seguir encareciendo el dinero, requiere antes de nada estabilizar el sistema financiero.
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