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La economía española vuelve a demostrar una notable capacidad de resistencia tras la mejora de las previsiones de crecimiento, hasta un 2,6% estimado por ... la OCDE, que nos sitúan como el país desarrollado que más crecerá este año con 1,6 puntos por encima de la media de la zona euro. Otros organismos de análisis, como el Banco de España y el BBVA, también han mejorado su estimación en torno al 2,8% mientras la mayoría de los países ajustan a la baja su potencial de crecimiento.
La paradoja nacional es que son, precisamente, nuestras debilidades estructurales, como la fuerte dependencia del turismo y la fragilidad del sector industrial, las que en un contexto de inestabilidad económica global nos proporcionarán un escudo frente a la agresiva política arancelaria anunciada por Donald Trump. El mayor peso del turismo en el PIB nacional y la débil actividad industrial se convierten, así, en un factor altamente positivo porque esquivan el impacto de las tasas que va a imponer EEUU, impulsando a España a la cabeza del crecimiento europeo.
Al fuerte crecimiento del turismo se suman las ventajas de que somos la economía de la Unión que más se beneficia de los Fondos Europeos fomentando el consumo y el incremento de las inversiones. Sin embargo, la parte negativa de la paradoja es que en el mes de febrero el sector manufacturero se contrajo en España por primera vez en más de un año, situándose en solo un 11% su peso en el PIB nacional. Y, por otro lado, el sucesivo desbordamiento de los récords turísticos, con 94 millones de visitantes el pasado año, nos hace extremadamente dependientes del sector servicios rozando las líneas rojas de un sector económico sostenible.
Si se desata la guerra arancelaria, la repercusión en nuestras transacciones industriales sería relativo porque el porcentaje de nuestras exportaciones totales hacia EE UU ronda el 4,5% frente al 8% del conjunto de la UE, mientras que los productos agroalimentarios sufrirían efectos más traumáticos. Con todo, no se debe obviar que la interdependencia económica puede generar efectos indirectos que pueden alterar las previsiones porque, si la industria europea es golpeada por los aranceles, las exportaciones españolas a la eurozona sufrirán las consecuencias. El objetivo debe dirigirse a recuperar el diálogo constructivo con EE UU y esquivar una guerra comercial, pero sin descuidar las fortalezas económicas que nos pueden resguardar de sus efectos, al menos, temporalmente.
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