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Pedro Sánchez decidió ayer sortear en lo posible el revés sufrido por su partido y por sus socios de coalición el domingo al proceder a la convocatoria de elecciones generales el 23 de julio, el primer festivo disponible en el calendario. Desde el punto ... de vista democrático, parece consecuente la asunción «en primera persona de los resultados» del 28M tras acaparar la campaña por encima de los candidatos locales y autonómicos. Pero tan inmediata cita con las urnas vendría a cuestionar que el escrutinio que deja al PSOE sin gran parte de su poder territorial en España y evidencia un notable desgaste responda al verdadero sentir de los ciudadanos por parte de quien de manera insistente había comprometido su propósito de agotar la legislatura. La sorpresa con la que el presidente obligó a sus próximos a argumentar sobre el acierto de la iniciativa sublimó inmediatamente su audacia hasta jactarse de que habría cogido al PP con el pie cambiado. El acierto podría atribuirse al hecho de que la disolución anticipada de las Cortes evita el espectáculo de votaciones y pronunciamientos dispares que socavan el prestigio de la coalición de izquierdas. Y, junto a ello, a que acalla el debate entre los socialistas sobre las causas del fiasco electoral –al que no son ajenos sus pactos con el independentismo catalán y EH Bildu– y evita un hipotético cuestionamiento de su propio liderazgo.
Pero la comparecencia del jefe del Ejecutivo transmitió también una mezcla de renuncia por dignidad y de despecho hacia quienes no han sabido apreciar las bondades de su acción de gobierno y de su liderazgo. Puede que el inicio de su presidencia tras una moción de censura contra Mariano Rajoy, después de haber sido destituido en la secretaría general del PSOE y vuelto al cargo por primarias, vaticinara una trayectoria dramática dentro de la normalidad legal. Pero resulta más que dudoso que eso de «ser Pedro Sánchez hasta el final» suscite admiración y entusiasmo en una sociedad que no está ya para golpes de efecto. Aunque suponga votar por primera vez en pleno verano. Es posible que, al acortarse los tiempos, Yolanda Díaz y las ministras de Podemos pacten definitivamente la unidad de su 'espacio' dentro de los próximos diez días. Pero será más difícil que, tras el revés del domingo, los ciudadanos se apresten a afrontar las generales como si no hubiese pasado nada. Como si el triunfo del PP en gran parte de España no preludiera un cambio de ciclo, una tendencia creciente que Sánchez intenta abortar ahora con una apuesta a la desesperada ante la constatación de que su desgaste le conduce a una contundente derrota en diciembre que cree posible revertir o amortiguar con unas insólitas elecciones en pleno verano que añaden incertidumbres sobre la participación. Un cara o cruz en medio de claros síntomas de cansancio social sobre la confrontación partidaria.
La constitución de los ayuntamientos el 17 de junio recordará el escrutinio del 28M. La formación de los gobiernos autonómicos hará lo propio días después. Sánchez llevará 23 días en la presidencia de turno del Consejo Europeo cuando se someta a su propia cita en las urnas. Se hará notar también en eso, para desconcierto en las instancias de la UE. Especialmente porque, en caso de alternancia, su sustituto no sería investido hasta avanzado septiembre. De modo que su argumento sobre la necesidad de clarificar la voluntad política del país solo se haría válido en el último trimestre del año si el actual mandatario no es refrendado en su puesto.
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