Un día como hoy, uno esperaba abrir el ojo de otra manera. Con resaca, tal vez, pero también con la esperanza de que todo lo viejo inútil que arrojamos anoche a las hogueras de San Juan hubiera desaparecido pasto de las llamas. Pero qué va. ... Lo único que hace es calor.
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Tal vez es que las hogueras del solsticio no dan para más. Entre los que trataban de quemar estampitas de Pedro Sánchez, tras haberle votado tres veces, y los que intentaban deshacerse de idolillos con el rostro de Irene Montero, después de haberla reconocido como punta de lanza del Gobierno más progresista de la historia, la leña se agotó. ¡País de iconoclastas y traidores!
O a lo mejor lo que está pasando es que esta vez, con la calorina adelantada por culpa de los pactos, y del cambio climático, más de uno se ha confundido y en lugar de echar al fuego lo viejo lo que ha tirado es lo nuevo… No se sabe. Lo que sí se sabe es que la canícula decidirá por nosotros si este verano, además de incendios, volveremos a tener un gobierno Frankenstein o tendremos un nuevo gobierno Jano. A saber: o el monstruo de corazón infantil y cabeza llena de remiendos y perversiones, o la quimera de dos caras que miran a dos lugares diferentes de nuestras vidas. Una, de rostro joven vuelto hacia el pasado; la otra, de facciones viejunas mirando hacia el futuro, como dice el mito. En todo caso, la pugna entre la impredecible Hidra, con sus cabezas dando vueltas alrededor de nuestras pesadillas, y el colosal don Tancredo, terne en su serenidad bifronte, mirando hacia dos lugares a la vez para no terminar de ver ninguno.
Entretanto, el humo de las hogueras sigue sin dejarnos apreciar con claridad qué es lo que ocurre cuando el que gobierna (en funciones) no deja pasar un día sin exhibir un nuevo hito económico. Y cuando el que es gobernado dice que no le salen las cifras ni a principio ni a final de mes. Ni las del Banco de España ni las de los tipos de interés ni las de las compañías energéticas, a las que vigila de cerca Nadia Calviño. Los pobres de solemnidad ya votaron por Vox o por el PP en las municipales. Ahora queda por ver qué votarán los nuevos pobres, que en lugares como Castilla y León ya están destinando un 27 por ciento de su sueldo a la hipoteca. Con lo husmias que somos por aquí, ¿cuál será la cuota de los madrileños o de los barceloneses? No quiero ni pensarlo.
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Consuela saber, eso sí, que los usuarios de las hogueras de San Juan no hemos sido los únicos en sufrir alucinaciones ni comas etílicos estos días. Ahí están esas 16.000 vacas detenidas en Cádiz, en un barco con cinco toneladas de cocaína: 1,6 kilos por cuerno, que no son pocos. O esa bandada de cisnes que se han llevado a un centro de recuperación de aves porque se habían olvidado de volar, después de haberse convertido en adictos al opio de las amapolas de un campo de Eslovaquia. O esos otros pájaros que han agotado las ventas en Amazon del famoso control Logitech, que lo mismo servía para un videojuego de Pokémon Púrpura que para dirigir los pasos del Titán en su búsqueda del Titanic, antes de que el submarino reventara, eso que ahora le dicen implosionar.
No sé si sobre las vacas-camello, sobre los cisnes flipados, sobre la Hidra loca o el Tancredo impasible habrá película. Pero sobre los aventureros del submarino, sí. Por desgracia, esta nueva producción no dará lugar a un papel para Kate Winslet. Por suerte, tampoco para Di Caprio. Espero. El Titanic sigue siendo alucinante. Como las hogueras del solsticio.
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