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El Banco Central Europeo decidió ayer bajar 0,25 puntos los tipos de interés, hasta el 4,25%, como resultaba obligado ante los innegables avances en el control de la inflación tras dos años de drástico endurecimiento de su política monetaria. La esperada medida supone un respiro para la economía de la Eurozona ... , que ha pagado con una anémica actividad de la que por fin empieza a recuperarse, aunque tímidamente, la terapia de choque aplicada para contener unos precios desbocados a raíz de la guerra en Ucrania. El BCE enfrió, sin embargo, las expectativas de un brusco cambio de tendencia en su actuación al condicionar futuros recortes a la marcha del IPC –el 2,6% en la Eurozona–, sobre la que advirtió de tensiones que empujan al alza, básicamente por las subidas salariales después de un largo periodo de pérdida de poder adquisitivo. De hecho, ha elevado sus previsiones de ese indicador, lo que hace presumir que extremará la prudencia en sus movimientos a corto plazo.
No es descartable, por tanto, que en septiembre la entidad que preside Christine Lagarde deje las cosas como están. Sobre todo, si Estados Unidos mantiene los tipos. La rebaja de ayer tardará un tiempo en llegar a la economía real. Y sus ventajas sociales serán limitadas. Aunque el control de los precios es el primer mandato del BCE, la estabilidad europea aconseja no olvidar el crecimiento. «La economía es un estado de ánimo», sentenció José Luis Rodríguez Zapatero en 2009. Ese ánimo debió de verse estimulado ayer puesto que ninguna familia y ninguna empresa pudo recibir el modesto abaratamiento del dinero más que como un alivio. Una muestra de que la actual situación de la UE es razonablemente buena. En un momento en el que toda decisión institucional es enjuiciada por su supuesta intención electoral o posibles efectos en los comicios del domingo, es presumible que la rebaja sirva para conciliar a los ciudadanos con las instancias de la Unión. Especialmente porque la medida no puede ser contestada de manera frontal por ningún partido.
El BCE ha evitado así decepcionar a la Europa más necesitada de apoyo. Su decisión está plenamente justificada por razones económicas y supone un cierto bálsamo para una UE cuya gobernación puede verse seriamente dificultada tras el escrutinio del 9-J por los posibles cambios en los tradicionales equilibrios entre conservadores, liberales y socialdemócratas.
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