La temperatura media del planeta en el último año es la más alta registrada jamás, según confirman los datos de marzo recién publicados. Esa incuestionable realidad, unida a las sequías y a la sucesión cada vez más repetida de fenómenos meteorológicos extremos, confirma la urgencia ... de actuar contra el calentamiento global, cuyo impacto está cada vez más presente en nuestras vidas, aunque por ahora apenas constituye un pálido reflejo de la gravedad que puede adquirir en materia económica, sanitaria y alimentaria si la respuesta para combatirlo resulta insuficiente o tardía. Hacerle frente conlleva decisiones no siempre populares y profundos cambios en los hábitos de vida a medio plazo que implican delicados equilibrios entre el bienestar actual y el que se pretende garantizar en el futuro. Ello explica las tensiones que rodean el proceso, pero no justifica dejadez alguna cuando está en juego conservar un mundo habitable para las siguientes generaciones.
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La controversia sobre las medidas aplicadas por los distintos países en este ámbito ha pasado del plano político al judicial. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos, en su primer pronunciamiento al respecto, condenó ayer a Suiza por no adoptar «las acciones necesarias» para hacer frente a las consecuencias adversas del cambio climático, con lo que ha incumplido sus «obligaciones» y sus propios objetivos de reducción de gases de efecto invernadero. Aunque el Convenio Europeo de Derechos Humanos no cita entre ellos el de un medio ambiente sano, la histórica sentencia considera que el Gobierno helvético ha violado varios de sus artículos, incluido el que protege «la vida privada y familiar». Si bien no impone una sanción ni fuerza a ese país a modificar sus actuaciones, el fallo –fruto de una demanda de mujeres jubiladas– representa una seria advertencia de la que harán bien en tomar nota otros Estados. Sus repercusiones a corto y medio plazo están por ver.
La misma Corte, por el contrario, ha desestimado iniciativas similares de seis jóvenes portugueses contra 32 países –entre ellos, todos los de la UE– y otra de un alcalde francés por no haber agotado las vías jurídicas nacionales, entre otros motivos. Ambos pronunciamientos han mitigado el rotundo espaldarazo que organizaciones ecologistas esperaban del Tribunal de Estrasburgo, pero no deberían incitar a bajar la guardia en la lucha contra el calentamiento global, uno de los principales desafíos del planeta.
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