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A la espera de lo que decidan las bases de ERC, Pedro Sánchez ha consumado una traición a la España constitucional y una vez más a sus propias líneas rojas con la firma del acuerdo por el que Salvador Illa será investido como presidente de ... Cataluña a cambio del concierto económico para esa comunidad. Una vieja aspiración que se ve cumplida con el independentismo en sus horas más bajas, con caída del sentimiento en las encuestas y tras la primera derrota el 12-M, cuyos resultados ponían fin a 40 años de mayorías independentistas en las urnas. Que el acuerdo PSC-ERC amenaza la solidaridad interterritorial es tan incontestable que ha sido respondido desde la práctica totalidad de los gobiernos autonómicos, con Fernández Mañueco a la cabeza pero también con independencia del color político de los mismos y desde las direcciones socialistas de todos los territorios, si bien con mayor contundencia argumentaria en unos que en otros, como en el caso de Luis Tudanca, más confiado en la inviabilidad del acuerdo que esforzado en la crítica al mismo. Nadie en Castilla y León ni de ninguna fuerza constitucionalista debería defender la idea ni contemporizar con ella. Es la culminación de un modelo supremacista al que el PSOE, no solo el PSC, y por tanto cuantos militan en esa formación, se ha sumado en un cobarde contexto de confusión y ambigüedad. Si algo así cristaliza en nuevos privilegios, será a costa de castellanos, leoneses, asturianos, manchegos, andaluces o extremeños.
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