El precio del aceite de oliva se ha disparado un 38,8% en el último año. Sin embargo, aún está lejos de tocar techo. La última cosecha ha sido la peor del siglo y la mitad de la habitual. La sequía y las altas ... temperaturas en la época de floración hacen temer otro fiasco en la siguiente, mientras los costes de producción no dejan de crecer. El resultado es un agudo encarecimiento en origen, que no compensa la mínima producción, y previsiblemente se acentuará a corto plazo, además de una notable caída de las ventas y un desplome de las exportaciones.
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Todo ello ha sembrado la alarma en el sector y la inquietud entre los consumidores. Un alimento básico de la dieta mediterránea está a punto de convertirse en un artículo de lujo –si no lo es ya–, inaccesible para amplias capas de la población. El problema, de difícil solución inmediata aunque aumenten las dotaciones de riego, no tiene solo tiene una notable dimensión económica al afectar a una actividad con abundante mano de obra, sino también sanitaria.
Están científicamente demostradas las ventajas para la salud del aceite de oliva, por lo que un menor consumo entre quienes no se puedan permitir su precio tendrá repercusiones negativas.
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