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Salvador (qué ironía) Illa, el ministro de Sanidad más controvertido de la democracia ya está en campaña. Todas las energías del Partido Socialista de Cataluña ... y el poderoso impulso de La Moncloa se han volcado en una candidatura destinada a dinamitar el frente independentista que concurre con sus fuerzas divididas. Su perfil componedor y la habilidad que ha acreditado para dar malas noticias sin que el público le eche la culpa han fraguado una imagen mediática que en las encuestas de opinión resulta que le convierte en el candidato ideal.
Por contradictorio que parezca con una gestión que ahora arroja un balance cuando menos manifiestamente mejorable, los profesionales del 'marketing' político aseguran que puede ganar las elecciones en Cataluña. Es lo que se ha venido a llamar «efecto Illa». Hasta el exhonorable Jordi Pujol, que de esto sabe algo, ha pronosticado que el oscuro exalcalde de la Roca del Vallés y fontanero del PSC a la sombra de Miquel Iceta, va a ganar las elecciones. Aunque según su olfato político, Illa no es que sea tampoco un crack de la política ni un dechado de carisma.
El problema, a juicio de don Jordi, es que las huestes independentistas concurren enfrentadas. Pero se olvida, o quiere olvidarse, de otro elemento que va a lastrar a los partidos que se presentan con la promesa de la independencia de Cataluña. Ese elemento es el «efecto Torra». Colocado a modo de polichinela del huido Puigdemont para guardarle el sillón mientras desde Bruselas él creía dar los últimos toques al procés, el títere entró en la plaza san Jaume como elefante en cacharrería y salió por la puerta de atrás. Y el ya menguante prestigio del procés empezó a arrastrarse por el suelo de la mano de un personaje que fomentó la confrontación social en Cataluña hasta extremos irracionales.
Las campañas de desobediencia, de invasión del espacio público con los lazos amarillos y la fuga interminable de empresas hacia otros horizontes de España han contaminado a todo el independentismo. Es cierto que el bloque soberanista en Cataluña se ha ido enrocando y no atiende a razones de sentido común en la política, pero ese bloque se está quedando reducido a un núcleo duro incapaz de retener a sectores más templados que en el fragor del procés apostaron por lo que creían caballo ganador. Torra ha sido la peor inversión posible en imagen política del independentismo. Y la demostración también se ha reflejado en que él solo ha logrado dividir a su propia clientela. El «efecto Illa», si al final se produce, será el beneficiado del «efecto Torra».
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