La iglesia es parte de la operación urbanística de Platerías posterior al gran incendio de 1561. Allí se colocó entonces un arco que cerraba la calle y en 1581 el arquitecto Pedro de Mazuecos reutilizó ese arco como puerta de la primera iglesia proyectada con una sola nave. En 1595 Diego de Praves completó la fachada en altura, con la incorporación del gran balcón. A partir de 1667, se llevó a cabo una gran ampliación del templo, de la mano del arquitecto Juan Texedor, donde la iglesia adquiere su actual configuración de tres naves y cúpula sobre tambor, que se remataba con ornamentos de yeserías de bella proporción y estilo, a pesar de que algún 'experto' les ha restado importancia artística en las precipitadas declaraciones cruzadas realizadas durante los primeros días del desastre.
Sin embargo, a la vista de algunas fotografías de la cúpula recién arruinada, anteriores a la dudosa decisión de derribar también lo que no se había caído, puede apreciarse una cúpula autoportante de doble rosca de ladrillo macizo, con una estructura de vigas de madera que, desde los muros del tambor que no se ha caído, apoyaban tangencialmente en la cúpula para ayudar a soportar la linterna superior, que es la que se ha desplomado finalmente sobre la cúpula, arruinándola.
Pero la cuestión es que había una bella cúpula con su remate de linterna focalizando la magnífica vista de Platerías, y ahora ya no está. Y que la Vera Cruz, testigo heroico del Valladolid histórico, protagonista de varias amenazas de derribo desde el proyecto de la Gran Vía del alcalde Miguel Íscar en el siglo XIX. hasta su lamentable apertura denominada Felipe II en el XX, tenía como solución espacial del crucero una bella cúpula sobre tambor con ventanas y remate de linterna, y ahora ya no lo tiene.
Lo cierto es que se habían iniciado unas obras 'menores' de mejora del material de cobertura –nunca obras de mejora estructural, hay que subrayarlo–, y durante ese proceso se ha derrumbado la cúpula. Y además en una decisión técnica muy precipitada, al día siguiente se derribó el tercio de cúpula que no se había caído, impidiendo así una adecuada toma de datos sobre la fábrica original para su exacta reconstrucción posterior.
Nos encontramos ahora en un escenario completamente nuevo e inesperado: De retejar a reconstruir una cúpula barroca, un proceso que no es baladí, como cabe suponer. Requiere conocimiento de las técnicas constructivas a emplear con relación a las originales del monumento, pero requiere también mucho estudio previo de las preexistencias mantenidas o destruidas, que darían pauta clara de lo que hay que reconstruir.
Desde el punto de vista conceptual, se abre la cuestión de qué es lo que hay que reconstruir, y cómo hay que hacerlo. A estos efectos, y evitando una disertación que se escapa del ámbito de este escrito, planteo la idea de la 'anastilosis' (del griego ἀνά «hacia arriba» y στύλος «columna») como sistema de actuación en la Vera Cruz. En esencia, la anastilosis es un procedimiento arqueológico y arquitectónico que lleva a cabo la recolocación de las piezas de una ruina en su lugar original, reconstruyendo la imagen de lo que hubo antes de la destrucción.
Aunque originalmente esta técnica se aplicó en los templos de piedra de la antigüedad arruinados, es actualmente admitida como recurso último en grandes catástrofes, desde terremotos a incendios o guerras. Valga pues, en este caso, para nuestra Vera Cruz con todas sus consecuencias, estéticas y constructivas.
Para las primeras, es imprescindible llevar a cabo un levantamiento fotogramétrico que bien puede completarse con un modelado 3D de la cúpula siniestrada, a partir de las abundantes fotografías que conservamos. Para ello, es necesario contar con especialistas en esta técnica de levantamiento arquitectónico, y me permito apuntar por ejemplo, al Laboratorio de Levantamiento Arquitectónico de la Universidad de Valladolid.
Pero la anastilosis requiere también de una veracidad constructiva, con la utilización de los mismos materiales y técnicas del propio edificio existente, incluso mejorándolo con una cobertura de pizarra original, en lugar de la teja moderna colocada en los años 50 del siglo XX. Para ello, es necesario contar con técnicos especializados tanto en restauración estructural de monumentos, como en cálculo y construcción de nuevas estructuras de madera, y me permito apuntar, por ejemplo, al Grupo de Investigación en Estructuras y Tecnología de la Madera de la Universidad de Valladolid.
Para todo ello, hace falta un equipo técnico interdisciplinar muy cualificado, un presupuesto adecuado a la mejor solución posible, y, sobre todo, nada de urgencia. Una cúpula que se construyó con calma, y que llevaba en su sitio casi cuatro siglos, no puede pretender reconstruirse de prisa y corriendo para salvar puntualmente una Semana Santa. Se trata de que la cofradía y la ciudad tengan la mejor solución para la cúpula de Vera Cruz y que siga presidiendo con la máxima magnificencia el crucero del espacio interior de la iglesia y la perspectiva exterior de la calle de la Platería, símbolo del esplendor renacentista de la ciudad que fue cuna de Felipe II y capital del Reino.
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