Podemos, la formación populista encabezada por Pablo Iglesias, nació en pleno fragor de la anterior crisis financiera con la explícita intención de perfeccionar la representación política de muchos ciudadanos desencantados –eran los tiempos del «no nos representan»– y de librar de la corrupción crónica al ... entonces denostado régimen del 78.
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En sus primeros años, Podemos tuvo que dar explicaciones sobre los recursos fundacionales, ya que había conexiones con el régimen venezolano de Chávez y con Irán. Aquellas acusaciones no llegaron a mayores y, sin embargo, Podemos se convirtió en el azote del Partido Popular, escarneció la 'caja B' de Bárcenas y fue uno de los actores que con más energía denunciaron el 'caso Gürtel'. Finalmente –conviene recordarlo– la corrupción del PP desvelada por los tribunales hizo posible la moción de censura que dio el gobierno a Pedro Sánchez y que facilitó la coalición PSOE-UP que actualmente gobierna este país.
Aquel celo a la hora de denunciar corrupciones ajenas explica que ahora el resto de los partidos políticos, y más concretamente quienes fueron sus principales víctimas antaño, exijan explicaciones cuando el acusado de irregularidades es Podemos. El pasado martes el juez titular del juzgado número 42 de Madrid abría diligencias e imputaba al partido como persona jurídica; al secretario de Comunicación, Juan Manuel del Olmo; al tesorero, Daniel de Frutos, y a la gerente, Rocío Val, tras las acusaciones de malversación y administración desleal formuladas por el exabogado de la formación, José Manuel Calvente, despedido de su tarea el pasado diciembre. La realidad es que, por lo que se conoce de las declaraciones de este profesional, sus acusaciones son vaporosas y frágiles, pero algo habrá visto el juez cuando ha decidido que el proceso siga su curso.
Los acusados disfrutan de la presunción de inocencia, pero después de sus campañas de depuración política de los demás, lo lógico sería que se avinieran a dar explicaciones, sin necesidad de la intervención de un juez. Iglesias y su equipo se han lamentado de ser víctimas de una campaña de descrédito, algo que seguramente pensaron sus adversarios cuando fueron objeto de sus críticas. Pero en democracia esas situaciones incómodas se resuelven iluminando el escenario y no corriendo los telones para que no se haga la luz. Podemos es gobierno, y esta es una razón más para que la transparencia sea un requisito ineludible.
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