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La fulminante destitución de Alfonso Alonso como candidato a lehendakari por el PP cuando apenas faltan cuarenta días para las elecciones en el País Vasco y la sorprendente recuperación para ese puesto de Carlos Iturgaiz son por ahora los últimos episodios de una batalla interna ... de consecuencias imprevisibles, pero difícilmente positivas para ese partido en Euskadi. Con su pretendido golpe de autoridad, Pablo Casado irrumpe como elefante en una cacharrería y en el momento más inoportuno en el PP vasco, al que ha impuesto una coalición con Ciudadanos negociada a sus espaldas, con unas contraprestaciones desorbitadas en forma de cargos y cuyo resultado en las urnas es más que incierto.
No deja de resultar parajódico que el paso hacia la recomposición de la unidad del centro-derecha a través de esa alianza para los comicios del 5 de abril haya desatado una fractura sin precedentes entre la ejecutiva nacional de los populares y la vasca. Casado ha despreciado a esa última al anteponer en todo momento su objetivo de tender puentes con Ciudadanos, de cara a formar eventuales listas conjuntas en las próximas generales, a los intereses y la dignidad de su propio partido en el País Vasco. Los posibles efectos benéficos de esa coalición se ven contrarrestados por el profundo desgaste que para el PP ha supuesto su agitada gestación. Y, sobre todo, por el riesgo cierto de que el frontal rechazo de Ciudadanos al Concierto Económico, que le ha privado de cualquier representación en las instituciones vascas, agudice la huida de votantes populares, que ha conducido a estas siglas a una situación de extrema debilidad.
La rebelión de Alonso contra el trágala cocinado en los despachos de Génova le había condenado ante la dirección nacional, que ha optado por defenestrarle sin esperar al resultado de las elecciones, en contra del criterio de la ejecutiva regional y sin consultar siquiera con ella el nombre de su sustituto. La medida constituye un aviso para otros barones díscolos que, como el todavía líder del PP vasco, se alinearon con Soraya Sáenz de Santamaría en las primarias y han criticado el volantazo a la derecha imprimido al discurso del partido. Su adopción pone de manifiesto el cesarismo imperante en las principales fuerzas políticas y la pulsión autodestructiva en la que se ha visto envuelto el PP vasco, cuya trayectoria –incluida la resistencia frente a ETA– merecería un mayor respeto del mostrado por Casado.
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