Las dificultades que atraviesa Ciudadanos estaban presentes antes de la convulsión generada por las mociones de censura de Murcia. Se remontan a la frustración por no haber podido aprovecharse de la crisis del PP a cuenta de la corrupción –cuando los sondeos predecían un triunfo ' ... naranja' en las siguientes elecciones– porque Pedro Sánchez se adelantó desalojando a Mariano Rajoy de La Moncloa. Al descalabro de noviembre de 2019, que llevó a Albert Rivera a abandonar la política. Y más recientemente al inapelable revés de las autonómicas catalanas. Aunque los sinsabores de esa formación remiten también a los antecedentes de todos los intentos por dar lugar a un partido de centro y liberal desde la Transición, empezando por la fragmentación de la UCD, la breve historia del CDS, la innata 'operación reformista' o el destino de UPyD. Seguramente porque España tiende al bipartidismo y a la polarización, y el centro no consigue ser más que ese espacio en disputa entre la izquierda y la derecha.
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Ayuda a explicar lo que le sucede la propia evolución de Ciudadanos: desde un núcleo progresista frente al catalanismo nacionalista hasta extenderse por toda España de manera calculadamente ecléctica; desde una vocación de bisagra influyente a la pretensión de hegemonizar el centro-derecha para, finalmente, incurrir en contradicciones al tratar de reubicarse en un papel secundario; desde una formación de aluvión y fichajes sin tradición militante previa y marcada por el hiperliderazgo de Rivera a sostenerse a duras penas sobre una estructura entre improvisada e inexistente. Un partido que emergió de la crisis de representación de la política para regenerarla se está desmembrando de manera tan penosa que ya no puede reclamar para sí los valores que merecieron una notable simpatía ciudadana.
La depuración que experimenta entre quienes parecen abandonar sus filas en una huida orquestada hacia el PP y quienes optan por hacerse a un lado difícilmente podrá dar como resultado un partido solvente. Con Inés Arrimadas enmudecida por propia decisión, son todos los demás, propios y ajenos, quienes interpretan si los que se van lo hacen ante un viraje hacia el 'sanchismo' o los que quedan no saben qué hacer. El relato naif del relevo de un desgastado Ignacio Aguado por un desganado Edmundo Bal muestra hasta qué punto Ciudadanos está a merced del escrutinio del 4-M y sin capacidad de reacción.
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