Clientes en la terraza de un bar de Palma de Mallorca. EP

Editorial: Disciplina sanitaria

El antídoto al desorden en el confinamiento es que administraciones y ciudadanos tengan presenten los rebrotes en otros países

El Norte

Valladolid

Miércoles, 13 de mayo 2020, 08:42

Los rebrotes epidémicos que en las últimas semanas se han registrado en lugares concretos de China, en Tokio, en Seúl, en Singapur y en cinco localidades de Alemania revelan que cuando los países empiezan la desescalada pueden aflorar episodios de covid-19 que aun siendo ... puntuales advierten de su presencia entre nosotros. De ahí que la detección inmediata de cualquier indicio de contagio a través de la atención primaria y el rastreo consiguiente de su origen y de su eventual extensión constituyen las herramientas de las que ha de dotarse el sistema sanitario para atajar brotes localizados antes de que afecten a la comunidad de referencia.

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Las autoridades alemanas podrán restar importancia a que el factor de contagio haya vuelto en su país a una ratio de 1,1. Pero la sola posibilidad de que una persona con coronavirus transmita el mal a otra tras toda una campaña de contención y aislamiento de los infectados interpela a todos los demás países sobre la efectividad sanitaria de las medidas que acompañan al desconfinamiento. A pesar de las invocaciones a la prudencia, es evidente que el inicio mismo de la desescalada, y su ordenación por fases anunciadas de manera genérica, induce en los ciudadanos la sensación de que se trata de un proceso irreversible.

Por lo que el riesgo es percibido como limitado y sujeto a una coincidencia fortuita. Hasta la probabilidad de que entre otoño e invierno conozcamos una nueva ola epidémica actuaría como argumento más propicio a apurar las posibilidades que nos brinda la desescalada que como llamamiento para extremar y acostumbrarnos a las medidas de higiene y distanciamiento físico en la llamada «nueva normalidad». Además, la controversia institucional sobre la progresión asimétrica entre la fase 0 y la 1, la falta de transparencia en diversas vertientes de la gestión de la crisis, la carencia de razonamientos explícitos en la adopción de muchas de las decisiones, y la confusión resultante de todo ello, restan autoridad a las administraciones responsables ante los ciudadanos.

Por lo que, de no corregir la conducta institucional, no será fácil que la progresión a las fases 2 y 3 quede libre de diatribas y se vea acompañada de un comportamiento social disciplinado. El único antídoto al desorden en el desconfinamiento es que administraciones y ciudadanos tengan siempre presentes los rebrotes que se suceden en otros países, y el calvario que han atravesado miles de personas afectadas severamente por la covid-19.

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