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El presidente Pedro Sánchez inició ayer la ronda de conversaciones con los portavoces de los grupos parlamentarios con el objetivo declarado de alcanzar un «pacto de reconstrucción» frente a los efectos sociales y económicos de la pandemia. El procedimiento seguido, tras un mes de ... crisis de salud pública en el que el Gobierno no se ha distinguido por su disposición a un diálogo abierto con las demás fuerzas políticas, permite albergar más escepticismo que esperanzas en un acuerdo de país. El Ejecutivo y la oposición parecen volver al momento que la legislatura atravesaba a finales de febrero, con la coalición PSOE-Unidas Podemos tratando de acomodarse en el poder y recabando los apoyos necesarios para salvar los Presupuestos Generales del Estado del presente año, sin descartar la eventualidad de prorrogar una vez más los heredados de Cristóbal Montoro.
Hoy, el Gobierno no tiene más remedio que hacer de la necesidad virtud. Las Cuentas de 2018, tramitadas en tiempos de Rajoy, no pueden sostener ni por un segundo más el andamiaje de la intervención pública que exigen el coronavirus y sus consecuencias. Sánchez no tiene tiempo que perder ni en juegos tácticos que descoloquen a sus oponentes, ni a la espera de que la Unión Europea se vuelva más solícita. El país necesita unos Presupuestos que atajen los problemas de liquidez y solvencia de miles de empresas y aseguren la cobertura a las familias que se encuentren en dificultades. Sin esos cimientos no cabe instituir un ingreso mínimo vital.
Resultan ineludibles unas cuentas renovadas con un compromiso de largo alcance que trascienda la aritmética cortoplacista de un Gobierno en precario u obligado a jugar a varias bandas. Un compromiso capaz de hacer frente a una deuda pública como la prevista por el Fondo Monetario Internacional –el 117% del PIB– y a un déficit socialmente costoso de reducir en los próximos ejercicios. Aunque, por lo visto hasta ahora, la incompatibilidad mutua mostrada por socialistas y populares permite pensar que el Ejecutivo se conformaría con sacar adelante unos Presupuestos apoyados por quienes facilitaron la investidura de Sánchez, mientras Pablo Casado se limitaría a contemplar el ocaso de la entente PSOE-Unidas Podemos. La política partidaria no está, ni de lejos, a la altura de la emergencia nacional. Ni siquiera para tramitar unos Presupuestos creíbles.
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