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La Administración Trump ha conseguido que la Organización Mundial del Comercio avale la posible aplicación de aranceles por parte de Estados Unidos a los países europeos que forman parte del consorcio Airbus para compensarle por las supuestas ventajas concedidas por Francia, España, Alemania y Reino ... Unido a la compañía. La eventualidad de que uno o varios Gobiernos incurran en «ayudas de Estado» –por emplear su denominación europea– para favorecer a un grupo empresarial o sector industrial vulnera la libre competencia y forma parte de las prácticas que la UE trata de erradicar.
Pero el arbitraje ejercido por la OMC, aunque se atenga a las normas vigentes, alienta la arbitrariedad con la que Donald Trump intenta forzar las relaciones comerciales para, presuntamente, favorecer los intereses de su país. Porque si la OMC hubiese visto alguna actuación reprochable en las relaciones entre la UE, esos cuatro países europeos y Airbus, debió amonestar a los responsables de la irregularidad sin dar el plácet a Washington para que ponga sanciones mediante aranceles que pretenden castigar a las exportaciones aeronáuticas europeas y a su sector agroalimentario.
Ello en medio de un cruce de medidas de proteccionismo agresivo que cuestiona la ordenación del comercio mundial –y a la propia OMC– para hacer que prevalezcan presuntos intereses nacionales. Porque no está claro quién puede beneficiarse en Estados Unidos de la aplicación de aranceles a productos europeos. Al margen del rédito que obtenga el propio Trump a la búsqueda de un segundo mandato, no hay constancia de que su Administración haya identificado los beneficios que aquel país obtendría de dificultar la importación, por ejemplo, de aceite, vino o quesos españoles, o de gravar la transferencia de conocimiento en el sector aeronáutico.
Es más que probable que haya empresas y familias estadounidenses que se sientan agraciadas por el 'sorteo de aranceles' con que Trump fomenta la autarquía entre sus seguidores. Pero ello nada tiene que ver con los intereses económicos y sociales de un país que se hizo derribando fronteras y que no está como para imponerlas de nuevo. La Unión Europea tampoco puede responder con aranceles a los aranceles estadounidenses, sino tratando de contener, de convencer a Washington para que recapacite. Tratando de atender a aquellos núcleos de la Administración Trump dispuestos a hacer uso del aval de la OMC para negociar con la UE nuevas condiciones bilaterales de comercio.
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