Ferrero

Ecologistas sin saberlo

Dados rodando ·

«Éramos mucho más ecológicos y lo reciclábamos todo. No teníamos otra alternativa. El progreso y los avances sanitarios acabaron con muchas de aquellas costumbres (...)»

Antonio San José

Valladolid

Martes, 14 de diciembre 2021, 07:41

Mi amigo tiene diez hermanos, por eso cuenta que su madre, sin tener conciencia de ello, aplicó, como tantas otras en sus casas, la hoy denominada 'economía circular'. En esencia, consiste en darle nuevas vidas útiles a las cosas, en reutilizarlas para evitar eso tan ... contaminante de usar y tirar. Con una familia numerosa en aquellos años había que vérselas y deseárselas para sacar a la prole adelante, así que el sentido común y la necesidad hacían que las prendas de ropa que usaba el mayor de los hijos fueran pasando a los de menor edad cuando al titular se le quedaban pequeñas. Y así, en un círculo prodigioso, hasta que los tejidos, exhaustos por el uso, se tazaban irremediablemente.

Publicidad

La madre de mi amigo, como todas las de entonces, tambien fue pionera en eso tan de moda que conocemos como reciclaje. Vamos, reciclaba sin parar toda suerte de abrigos, chaquetas, camisas, pantalones, faldas y zapatos. Con arreglos, recosidos y remiendos, la vida útil de todo ello se alargaba en diversos formatos: más cortos, con nuevos cuellos, con medias suelas y todo lo que hiciera falta. Así que lo del ecologismo responsable no es, ni mucho menos, un invento de los tiempos actuales.

Éramos respetuosos con el medio ambiente a la fuerza y por eso contaminábamos menos que en la actualidad. Seguro que los lectores más veteranos recordarán como los lecheros servían, hasta la década de los setenta, su producto casa por casa. Provistos de enormes cántaros metálicos, introducían un cazo en el blanco líquido y lo escanciaban en toda suerte de cacerolas domésticas. Aquella leche, obviamente, había que hervirla para evitar las temidas fiebres de malta, hasta que un día las autoridades sanitarias prohibieron terminantemente la venta a granel del producto y obligaron a que sólo pudiera adquirirse envasado y debidamente pasteurizado. Lo mismo ocurría con el aceite, que los chavales acudíamos a comprar provistos de una botella de vidrio que usábamos una y otra vez. Otro buen día, Sanidad tomó cartas en el asunto y acabó, lógicamente, con aquellas expediciones del oro graso sin control alguno.

Los botellines de cerveza y de refrescos, tarros de yogur, botellas de vino y otros envases de vidrio, tenían muchas vidas. Todos guardamos en la memoria aquellas tardes en las que nuestras madres nos daban media docena de aquellos frascos de cristal que nosotros devolvíamos en la tienda a cambio de unas monedas que en muchas ocasiones se quedaban en nuestros bolsillos infantiles como retribución por el recado. Son recuerdos de unos tiempos en los que evitábamos desechar, tras ser usados, miles de envases de un solo uso como ocurre hoy. Unos tiempos en los que los huevos se compraban acudiendo al establecimiento provistos de unos pequeños maletines de plástico donde se alojaba perfectamente una docena de ellos, sin cartones, plásticos ni otros materiales. Épocas en las que la fruta se vendía desnuda, sin poliuretanos ni papel film. Y lo mismo la carne, el pescado y el resto de comestibles. Éramos mucho más ecológicos y lo reciclábamos todo. No teníamos otra alternativa.

Publicidad

El progreso y los avances sanitarios acabaron con muchas de aquellas costumbres, higiénicamente arriesgadas en algunos casos, pero a cambio llenaron los mares y océanos de residuos plásticos. La mejora económica permitió también que la ropa familiar no se estirara tanto y que los niños pudieran estrenar zapatos más a menudo. Ahora, cuando echamos la vista atrás, reparamos en que éramos ecologistas sin saberlo en absoluto. Cuidábamos del planeta, si, aunque fuera a la fuerza y obligados por las circunstancias.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

0,99€ primer mes

Publicidad