El verde está de moda y en Valladolid comienzan a sentarse las bases de un ecologismo imparable que promete vaciar el corazón y los pulmones urbanos de malos humos. El cambio es progresivo para evitar reticencias. La orografía urbana se va transformando con sigilo. En ... las alturas, jardines horizontales y verticales que reverdecen el color pétreo de la ciudad, una especie de purificadores en altura. A pie de calle, macetones multicolor con una germinación aún por concluir. Y sobre el asfalto, una futura Zona de Bajas Emisiones que protegerá las vías centrales de la combustión automovilística.
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El objetivo no es otro que la Agenda 2030, un sendero ecologista por el que han de caminar todas las ciudades para mejorar la calidad del aire. Nadie quiere perder el tren de la transición energética y hay administraciones especialmente empeñadas en liderar el pelotón de salida. El Ayuntamiento de Valladolid lleva preparando a la ciudad para dar el salto, incluso allá donde no llega la vista, las azoteas. Para ello, se promueven las bondades de las placas fotovoltáicas, una manera de cerrar el grifo a terceros países, pero también como fórmula para descarbonizarnos la vida.
El sol, fuente renovable inagotable, hasta que lleguen las nieblas castellanas, será la fórmula mágica para reducir el consumo de los hogares que estén dispuestos a apostar todo al verde.
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