Empeoramos en educación. Lo dice el informe PISA, ese estudio que nos saca los colores cada año y que sirve para que los políticos se aticen. Los argumentos son siempre los mismos: a favor o en contra de unificar más los criterios de evaluación y los planes de estudio. De la formación al profesorado y sus condiciones no se habla. Las materias y su contenido sólo preocupan cuando incluyen cuestiones morales. El problema evoluciona y las posibilidades se estancan. La realidad es que cuando todos piensan igual es que ninguno está pensando.
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Ante las incompetencias compartidas entre las autonomías y el Gobierno, todavía hay dirigentes que sacan pecho de esta situación. Ser los mejores de un país con una educación cada vez más endeble puede ser reconfortante. Castilla y León encabeza el ranking del informe y esto ha animado a Mañueco a pedir que el modelo de Castilla y León sea extensible al resto del país.
Él sabe, después de cinco años en la presidencia, que predica en el desierto. Pedir la Ebau para todos es estéril. Implantar un mismo examen de acceso a la Universidad en toda España ha sido uno de los principales planteamientos educativos del PP, al que acabó renunciando hace una década. En su lugar, valdría más que se buscaran mejoras posibilistas. Decir que «si Castilla y León fuera un país estaría entre los 10 mejores sistemas educativos del mundo» es sólo una prueba de la vigencia del refranero español: en el país de los ciegos, el tuerto es rey.
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