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Pedro Sánchez, el presidente del Gobierno, nos ha demostrado que es capaz de hacer cama con sus adversarios políticos y ahora parece dispuesto a encamarse hasta con sus enemigos. Ha pasado la borrasca de los indultos, se vive una pausa aparente, en espera de una ... mesa de negociación, sin que una de las partes en conflicto respete la teórica tregua. El ambiente entre el Gobierno y el independentismo catalán no ha mejorado a pesar de las cesiones y de las muestras de voluntad de llegar a un entendimiento. Antes al contrario, por un lado los independentistas reciben concesiones quizás prematuras y continúan amenazando con mantener su trabajo, unas veces abierto y la mayor parte subterráneo, para conseguir sus objetivos. Algunas veces, su actitud recuerda la del verdugo que camino del patíbulo lanzaba continuas amenazas al reo que acabó respondiendo, «señor verdugo, haga usted su trabajo, pero no me acojone».
Sorprende e indigna que quienes han violado la Constitución continúen en su empeño sin ocultar sus propósitos e incluso beneficiándose. En estas circunstancias sorprende también que el Gobierno haya iniciado contactos con ERC para que apoye los presupuestos para 2022 que se están elaborando. Es lógico que un Gobierno en coalición se anticipe a conseguir el respaldo a su propuesta. Lo que ya choca es que haya empezado por el partido, entre tantos como integran el Hemiciclo, que más se aleja de los intereses generales.
Esuerra Republicana es dentro del independentismo el partido más dialogante y, como organización legal que es, no debería haber ningún obstáculo para ser tenido en cuenta. Lo malo, sin embargo, es que, conociendo sus intereses políticos discriminatorios y prioritarios, a los que sobrepone por encima de cualquier otro y, desde luego, del resto de los españoles, sea el primero con el que se aborde el asunto que más afecta a la generalidad de los ciudadanos. Esta anormalidad institucional se presta a diversos análisis y uno, no menos importante, incluye a los demás partidos.
Las críticas que el PSOE y el presidente Sánchez reciben por esta estrategia tienen un margen de explicación y hasta de disculpa, en la cerrazón de otros partidos a negociar y pactar para evitar que el Gobierno adquiera compromisos con quienes quieren dividirnos despectivamente. Esto se viene repitiendo de manera sistemática por parte de una oposición tan radical como el independentismo. El Gobierno actúa en muchas circunstancias condicionado por esas fuerzas que aprovechan para vender su apoyo con cargo a las cuentas de los demás. Si otros partidos se avinieran a pactar sus propias condiciones, quizás los presupuestos serían otros y las cesiones al independentismo, menores.
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