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Mientras dure la guerra

Mientras dure la guerra

«El logro es mayúsculo: Unamuno irá a Los Angeles, que viene a ser como una Fuerteventura con bulevares y palmeras»

Jesús Nieto Jurado

Valladolid

Martes, 27 de agosto 2019, 07:33

Salamanca films. Karra Elejalde puede dar tortas que desmontan el peine de los vientos, que generan galernas, que nos mueven a la risa o a la ternura. El gigante vasco es camaleónico, y lo mismo vende anguilas del Cantábrico que se pone en modo Unamuno y lo creemos. La Academia de Cine -donde Carlos Taillefer aún defiende con talento el arte y ensayo- ha nominado a 'Mientras dure la guerra' a los Oscar. Y está bien que en Hollywood, meca del vicio y de las estupideces virales, se pueda empezar a hablar de Unamuno.

La factura de la película, la ambientación, la piedra sabia de Salamanca y el montaje son de los que gustan en USA. De entrada se agradece que Amenábar ruede en Salamanca, y que lo haga sobre la guerra, y que no caiga en los clichés de siempre y ahonde en la complejidad traumática -o en la traumática complejidad- de un tipo como Unamuno.

Aparte de que sobre Unamuno hay un manto de leyenda, una renaciente maravilla de misterio y una angustia que no cesa, el logro es mayúsculo: Unamuno irá a Los Angeles, que viene a ser como una Fuerteventura con bulevares y palmeras. Ya hemos dicho aquí que aún nos fascina la agonía unamuniana por eso mismo de lucha, de castellano pétreo de Bilbao que sufre por Dios y por tierras de España y Portugal. Consígnese, además, el papel de Elejalde, que ha hecho bien el paso al drama con esa académica palanca de la que a veces se valen los buenos actores.

Y luego Salamanca, que acoge al mismo tiempo a una supeproducción, a la sabiduría, a un árbitro internacional o a unos frikis de George Lucas. Y lo hace sin despeinarse.

Cepillo y datáfono. Nos cuenta Lorena Sancho que en las iglesias ya se puede dejar la guita en el cepillo con la tarjeta de crédito. La fe no entiende de comisiones, y encenderle una vela a una Dolorosa siempre es menos doloroso cuando no dejamos calderilla, sino que ofrecemos el PIN hacia la Eternidad. Uno ha pasado el cepillo, ha sido monaguillo tardío, y pienso en que por el incienso o por el stendhalazo de mi concatedral nunca metí la mano en el dinero de los feligreses. Uno ha sido piadoso y recto en la infancia, y así me recuerdo. Claro que Pepito -qepd- y yo sabíamos lo del vino de consagrar y mi tío, párroco, nos daba sugus y nos invitaba a gambas después de misa.

La religión se moderniza y hace bien, pero en la moneda física hay algo bíblico y canónico que aún nos fascina. Veo la serie de 'El joven Papa', de Sorrentino, y me encierro en mi enésima crisis de fe, si bien tengo clara la existencia del alma, una religión amable y que no todo es amor y caridad.

Umbral. Hoy hará 12 años que se nos fue uno de los santos tutelares de este oficio, y alguien a quien este periódico cambió para siempre. Umbral fue a morir cuando Islero mataba a Manolete en Linares o cuando Antonio Puerta, el futbolista, dejaba mujer e hijos en Sevilla. A los doce años de la muerte de Umbral han venido pasando cosas, la Historia, movimientos y modas que conviene señalar. Entre ellas, un Mundial y un 'prusés', pero también el Twitter consolidado como una herramienta de destrucción civil y masiva.

En mi dormitorio, junto a un póster sin color ya del Sagrado Corazón, tengo una fotografía de Umbral junto a Leguineche y Delibes por la parte de Cuéllar. El motivo no lo sé, pero hay árboles raquíticos, un punto de fuga que es la bufanda de Umbral constipada de todos los fríos. Y a esa foto no le rezo, pero casi. En estos tres titanes, Delibes, Umbral y Leguineche, está el ADN de la profesión, de la escritura y hasta de la propia literatura. Los tres dieron lo mejor de sí en El Norte.

Septiembre. Se avecina ya septiembre. Con sus tormentas. Con su tela de uniforme colegial que rasga la entrepierna y con esas promesas de ser mejores personas cuando pase la calor. En un mes iré a Brañosera, a ese compromiso anual que tengo con la Castilla más verde y donde voy y me voy curando los infartos. Las cabañuelas dicen lo de siempre, y me da a mí que no están consignando el terrorismo ambiental del Amazonas. En este fin de verano nos queda el consuelo de la Vuelta, que nos confirma como un país de grandes cuestas.

Censura. Con el segoviano Camilo de Ory y con Rebeca Argudo dialogamos sobre la censura previa con la que los creadores hemos de sobrevivir. No hay miedo, pero vienen de la tradición zurda, como este intruso, y es ahora la derecha la que enarbola la bandera de las libertades. Pienso si la izquierda española será una paradoja insalvable.

Depresión. Sacyl se ha puesto las pilas para la detección precoz de la depresión, que es un constipado de alma que se hace sistémico, que se agarra en mitad de pecho con manos frías y que acaba por dejarnos hechos unos espectros que pagan la luz y para los que amanecer no tiene nada de poético ni de bello. La depresión se cura con una novia amantísima, un viaje, y una Salud que entienda que somos física, química y misterio. Y que al misterio se le puede tratar con palabras y con química.

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