Dueños de la democracia
Ojo al parche ·
Maltrecho está el espíritu de concordia que definió a toda una generación de políticos que hoy parece sepultada por el empeño en la confrontación y la trincheraSecciones
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Ojo al parche ·
Maltrecho está el espíritu de concordia que definió a toda una generación de políticos que hoy parece sepultada por el empeño en la confrontación y la trincheraQueridas e ilustrísimas señorías: vaya por delante que exijo que los 3,76 euros que me han costado las elecciones del domingo sirvan para algo. Que no se diga que los 140 millones que hemos pagado entre todos los españoles por estos caprichosos comicios caen ... en saco roto. Visto lo visto, todo es posible, pero quienes han concurrido deberían asumir que la sociedad española no está para más fiestas a escote.
La mayoría de los ciudadanos esperan liderazgo y orientación de la política, no solo una descripción de lo que sucede en cada momento. Para eso ya tenemos los telediarios. Sí, ilustres señorías. Ya sabemos (y sabíamos) que, tras los resultados, el bloqueo se cierne de nuevo sobre la no vida parlamentaria, pero quizá deberían entender que una democracia que se reduce a sí misma está condenada al fracaso. Desdeñar la posibilidad real de que quienes están llamados a representarnos en nuestro sistema parlamentario solucionen la situación, aportando estabilidad y alejando el fantasma de la incertidumbre, representaría lo equivalente a reconocer una crisis profunda de identidad en la que se confirmaría que los partidos políticos se han apoderado de la democracia.
Ahora tienen una nueva oportunidad para demostrar eso que llaman altura de miras. Ahora toca remangarse, dejarse de eslóganes y ocurrentes golpes de efecto, para recordar por qué están ahí. Solo tienen que pensar en quienes se sentaron en el mismo sillón antes que ustedes y que, asediados por conflictos y enfrentamientos mucho más graves, fueron capaces de encontrar el acuerdo.
Tal y como defendió Adolfo Suárez en su discurso de investidura del año 1979, la cuestión, en realidad, y una vez más, «consiste en averiguar si, a uno y otro lado del espectro, se aceptará el grado de cambio razonable y posible exigido por las transformaciones sociales y por el objetivo de justicia o se desatará el radicalismo para hacerlo inviable». Una declaración de intenciones tan vigente como maltrecho está el espíritu de concordia que, junto a él, definió a toda una generación de políticos que hoy parece sepultada por el empeño en la confrontación y la trinchera.
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