Domingo / Weinstein
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«Su mea culpa a (casi) todos ha parecido ejemplar, pese a las abracadabrantes perlas que contiene su declaración»Secciones
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«Su mea culpa a (casi) todos ha parecido ejemplar, pese a las abracadabrantes perlas que contiene su declaración»Tras escuchar una sentencia que lo puede condenar a 29 años de prisión y haberlo esposado antes de abandonar la sala, a Harvey Weinstein le acometieron unas palpitaciones cardiacas y hubo que llevarlo al hospital. Tras conocer las conclusiones de la investigación promovida por el ... Sindicato de Artistas Musicales, Plácido Domingo ha admitido «toda la responsabilidad»; es más: que «no fue su intención» hacerle sentir mal a nadie, que ha «crecido con la experiencia», que anima a otros a «seguir sus pasos» y que espera el suyo sirva de «ejemplo». Y en efecto, su mea culpa a (casi) todos ha parecido ejemplar, pese a las abracadabrantes perlas que contiene su declaración, y aun cuando en un principio negó la mayor con rotundo do de pecho y su admisión tenga todos los visos de uno de esos tratos con la Fiscalía, tan habituales —precisamente— en las películas de Hollywood, por los que el acusado se declara no culpable para reducir la probable condena que le caería en juicio. Solo que Domingo se ha anticipado a la acusación.
¿Por qué la diferente recepción/reacción? ¿Por qué Weinstein diablo irremediable y Domingo ángel caído y renacido? No por la gravedad de los delitos (los del tenor-barítono lo son, aparte de que todo delito implica una conducta antijurídica grave); parece más bien una cuestión visceral, de rencor concentrado, como si el productor tuviera con nosotros una deuda personal y por una especie de justicia kármica se la hubiéramos por fin cobrado como correspondía. Un zafio de puro enhiesto como este no podía haber logrado lo que logró sin artimañas ni coacciones; Domingo en cambio es un artista exquisito, hasta un topo sordo se daría cuenta…
Dejando al margen que HW también es artista, a punto de convertirnos en hombres biónicos de inteligencia programable seguimos mediatizados por impulsos primarios que, una vez surgidos, nos negamos a corregir aun evidencia en contra. Todos somos #MeToo, sí, pero unos más que otros.
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