Qué domingo

Sánchez de campo sabe poco, su mundo no va más allá del bosquecillo con los pinos resecos de Moncloa y HBO, aunque el domingo le sangraron los oídos. Porque salieron los pendones regionales de la España sana, los tractores, los cazadores y aquellos que tienen las manos callosas y resecas a exigir respeto. Y el respeto, para el sanchismo, es un imposible metafísico. Aun así, la cuestión fue que sí, que se demostró que en España, en la España que se ha quitado la mítica autocompasiva de la Generación del 98, hay hartazgo, autocares, y si hay que llegar al corazón de la nación con bocadillos y chalecos de caza y barra de los montes, pues se coge y se va.

Sin miedos: sin miedo a sacar la bandera nacional (ya es un símbolo reivindicativo gracias a la mera existencia de Otegis, Rufianes y otros elementos). Allí, digo, se fueron los 'Hunters del Pisuerga' y todo aquel que se unía porque España es campo, y lo demás es un añadido.

Fue un éxito la manifestación, visto los magros precedentes manifestantes del 8-M y del 1 de Mayo. Tarde llega la manifestación y han sido mucho los desprecios; pero bienvenida sea.