![La doctrina engendra monstruos](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/201910/11/media/cortadas/silla-kU4G-U90371808670jHE-624x385@El%20Norte.jpg)
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Pensaba escribir de los partidos políticos y de sus deberes inexcusables para con la democracia, pero lo dejaremos para otro día. Hablemos del fanatismo y de cómo las doctrinas acaban devorando a quien las porta. Nos lo contó León Felipe, el caso de un hombre ... que tenía una doctrina en el bolsillo interno del chaleco. Y la doctrina creció y creció hasta comérselo todo, al hombre también. El fanatismo, el fanatismo que llevó a la Inquisición a quemar por herejía a analfabetos; al Islam a pegar bombas en las cinturas de niños; a ajusticiar en EE UU a deficientes mentales. Fanatismo y desviación monstruosa de una doctrina es cargarse la vida pública de Pablo Soto –el concejal de Más Madrid– al ser acusado de acoso sexual.
Este informático sobrevivió a la persecución de multinacionales que le acusaron de crear aplicaciones P2P para el pirateo de películas y música. Pero, ay, una compañera le ha imputado de conducta sexual inapropiada en un baño y no hay salvación. Pablo Soto padece atrofia muscular, va en silla de ruedas, su enfermedad es terrible y, en general, con mal pronóstico.
¿Acoso? ¿Qué le van a contar a ese señor de lo que es el acoso? Este artículo podrá, con razón, ser tachado de machista, pero que no me vengan con gilipolleces de novicia carlista y que esa mujer que se sintió tan ofendida –y con ella Rita Maestre, experta en sensibilidades ajenas– se pare a reflexionar un minuto. Todo el mundo tiene derecho a sentirse alguien diferente, a querer ser otro, a huir del pavoroso destino. La vida, la puta vida –sobre todo si vas en silla de ruedas– nos conduce a lugares insospechados de los que queremos huir. Un hombre en silla de ruedas, a quien tienen que llevar al baño, que pesa cuarenta kilos, puede decir barbaridades que en otra persona serían reprochables y quien le juzga inmisericordemente por ellas es un miserable. Un poco de humanismo.
Dios me libre de justificar el acoso, pero la vida no es un código de leyes ni una suma de sensibilidades. Si fuera así, esa compañera que le ha denunciado no podría salir a la calle por la miseria, por el dolor, la enfermedad que nos rodean... La vida entonces, doña Rita Maestre, tendría que hacerla llorar a gritos, como las peluquerías a Neruda. Como la atrofia muscular a Pablo Soto. ¿Cómo no entender a Ricardo III y su deseo de que arda el mundo?
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