Este año se celebra el 150 aniversario de la construcción de la Atalaya-Mirador Eiffel, en la provincia de Ávila y también el centenario de la muerte de su creador Gustave Eiffel. La coincidencia de ambos eventos nos proporciona una oportunidad inestimable que no ... debemos desaprovechar para traer a la memoria la figura de este legendario ingeniero y su impresionante obra.
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Es conocido el prestigio del constructor francés en el terreno de las infraestructuras metálicas por la Dama de Hierro que lleva su nombre en París y que fue erigida con motivo de la Exposición Universal de 1889, pero sus creaciones se extienden a lo largo y ancho del planeta. Francia, por supuesto, pero también Portugal, Bélgica, Turquía, México, EEUU, Brasil, Vietnam y otros muchos países albergan obras de nuestro protagonista. También en España disponemos de un legado de obras emblemáticas de Eiffel, especialmente puentes ferroviarios (que constituían para él una predilección). Su obra en nuestro país recala en lugares como Almería, Cáceres, Portbou, Girona, San Sebastián, Santander, Granada, por citar algunos.
Pero hoy nos ocupa una estructura que se levanta en la Ciudad Ducal de Las Navas del Marqués, un paradisíaco rincón en tierras abulenses. Una edificación en hierro fundido y madera que aunque no es comparable a otras colosales infraestructuras que llevó a cabo el maestro ingeniero, ni por su complejidad técnica ni por sus dimensiones, sí resulta muy atractiva y singular y también despierta nuestra admiración. Un trabajo con un resultado dotado de plena funcionalidad que se muestra a nuestros ojos esbelto y grácil. Es la Atalaya-Mirador Eiffel.
Su emplazamiento exacto se encuentra en la Ciudad Ducal, a escasos dos kilómetros de Las Navas del Marqués, y se ubica en un frondoso paraje (no podemos olvidar que el nombre de la localidad que hoy conocemos como Las Navas del Marqués era en la primera mitad del siglo XIX Las Navas de los Pinares). La Ciudad Ducal es una urbanización de lujo en plena naturaleza que data del año 1943 y que ocupa el mismo espacio donde estaba la finca de recreo de los Marqueses de Las Navas que eran a su vez Duques de Medinaceli. El citado lugar era también conocido como El Parque del Chalet. Geográficamente, se encuentra en la vertiente meridional de la Sierra de Malagón, en el Sistema Central. Las vistas hacia las Sierras de Guadarrama y Gredos son privilegiadas y cautivan el interés de senderistas y visitantes. El propio Lope de Vega, en su comedia El Marqués de Las Navas, hace un claro elogio de la villa con estos bellos endecasílabos: «Nacen al pie del Guadarrama helado / Las Navas del Marqués (ese es su nombre), / donde el florido mayo viste un prado / que no hay escarcha o nieve que lo asombre». No olvidemos que el Fénix de los Ingenios trabajó como secretario del III Marqués de Las Navas entre 1583 y 1587 y escribió para él esta obra de teatro.
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Ángela María Pérez Barradas, decimoquinta Marquesa de Las Navas y Duquesa de Medinaceli, impulsó la construcción de este complejo que incluía instalaciones como un jardín botánico, teatro, numerosas fuentes, capilla, embarcadero en el embalse formado por las aguas represadas del arroyo de la Retuerta y, naturalmente, la torre-mirador de la que hoy nos ocupamos. Los marqueses también iniciaron la explotación resinera de los bosques colindantes llegando a dar trabajo hasta a 500 personas. También consiguieron que, a cambio de unos terrenos, la línea de ferrocarril pasara por sus cercanías. La atalaya, toda una ventana abierta a la naturaleza, tuvo en su origen una finalidad de vigilancia forestal contra incendios pero no se limitó a dicha actividad ya que desde ella se podían divisar también el embalse o las naves de la Resinera que operaban en los bosques más próximos. Hoy en día su única función es la de mirador para el disfrute de naveros y visitantes.
Abordemos seguidamente la descripción de la atalaya-mirador. Sobre un promontorio rocoso y con una planta circular se levanta esta estructura de hierro fundido y madera que fue diseñada en los talleres de la Compagnie des Établissements Eiffel. Grabado en una gran roca del lugar y presidido por el escudo del municipio con sus trece roeles de oro sobre fondo azul, bajo la corona real, podemos leer en letras mayúsculas: «Atalaya a Eiffel, 1873. Caminante, cuida esta obra de los hombres y contempla la grandeza de Dios».
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Una columna interior y ocho puntales en el exterior dan soporte a la estructura. En la base, a nivel de suelo, una baranda circular, con un diámetro mayor que el del propio mirador, delimita la estancia presentando dos franjas horizontales con estructura metálica a base de cruces de San Andrés. En la zona interior, no cerrada por ningún tipo de construcción, llama la atención la existencia de dos escaleras diferenciadas o escalera de caracol de doble rampa que con 43 peldaños cada una conducen hasta la plataforma superior. Quizás fueron pensadas una para el ascenso y otra para el descenso o simplemente se perseguía un objetivo de simetría que dotase de mayor belleza al conjunto.
Una barandilla jalona las escalinatas por su lado exterior presentando algunas formas curvas decorativas en los elementos metálicos que la conforman. Los escalones son de hierro. Su huella o plano horizontal es más amplio por su zona exterior que por la interior, consiguiendo así la lenta rotación de la escalera alrededor de la columna central. La contrahuella o plano vertical de los escalones, también de hierro, está decorada con motivos vegetales que evocan el Art Nouveau, dejando al aire, sin cubrir, los espacios no ocupados por dicha ornamentación. El dibujo es siempre el mismo en todos los peldaños. La plataforma superior es como una corona circular con el suelo entablillado que permite desplazarse de un lugar a otro alrededor de la columna central ofreciendo un panorama de 360°.
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En el borde externo se levanta la barandilla, también de hierro fundido, decorada con formas de hojas de trébol en su parte superior y corazones invertidos en la inferior. Del perfil exterior de la plataforma, en todo su perímetro, cuelgan pequeños motivos decorativos, a modo de cenefa, que se repiten en toda la circunferencia. Finalmente, una techumbre de madera engarzada por una estructura metálica forma la cubierta que corona el edificio y que tiene la forma de tienda de campaña circular. En su superficie presenta ocho ventanales con forma de trapecio isósceles, cubiertos por cristal transparente con la finalidad de que no se pierda claridad en el interior de la instalación. Dicha cubierta es atravesada en su justo centro por una punta de lanza que es la prolongación de la columna central y que sobresale por la parte superior de la cubierta culminando la obra. El perímetro exterior de la cubierta también está decorado con una orla que queda colgando a modo de telón.
Todo lo descrito en el párrafo precedente conforma, de modo conjuntado, una infraestructura de carácter muy práctico en cuanto a la finalidad con que fue levantada. Desde un punto de vista estético se presenta como una edificación muy hermosa y agradable a la vista, todo un capricho en cuanto a construcción, que incluso presenta un cierto aire romántico o que podría perfectamente formar parte de la fantasía de un cuento infantil. Dedicaremos a continuación unas líneas a conocer mejor al personaje que nos ocupa en el centenario de su fallecimiento y que de un modo u otro tiene vinculación con nuestra provincia de Ávila gracias a la obra que hemos comentado.
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Eiffel fue un hombre entregado por entero a su trabajo con una gran capacidad laboral en el ámbito de la arquitectura y la ingeniería civil. Hombre de negocios y empresa, serio y formal. Poco amigo del ocio y de la pérdida de tiempo. Dotado de una fuerte autoestima que le empujaba a superar todas las adversidades y afrontar todo tipo de retos y obstáculos. Seguro de sí mismo y perseverante en sus propósitos. Supo combatir con éxito los ataques y críticas a su obra que fueron especialmente intransigentes en el caso de la «inútil y monstruosa» Torre de París, como la calificaron los artistas e intelectuales en un feroz manifiesto. Muy ambicioso y con un exagerado deseo de éxito. Quizá un tanto egoísta e interesado acercándose a personas influyentes o con una hacienda próspera, conocedor de que en un momento dado podrían sacarlo de un apuro si llegaba el caso. Algo aprovechado de las ideas de sus colaboradores, cuyos nombres han quedado en la penumbra frente al esplendor que obtuvo nuestro protagonista. Preocupado por la seguridad de los trabajadores consiguió bajas tasas de accidentalidad. Fanático de la obra bien hecha. Con una vigorosa imaginación y creatividad. Especialmente destacable es su pasión por la ciencia y la investigación.
Es indiscutible el reflejo de la audacia en su obra, y es gracias a esa actitud que consigue establecer récords como el de la altura de la Torre parisina que con sus 300 metros (hoy superados gracias a la antena) fue la torre más alta del mundo durante 42 años. No olvidemos que el diseño era de Koechlin y de Nouguier, sus colaboradores, mientras que Eiffel fue el constructor. Pero esta osadía se manifiesta también en otros desafíos como el sobresaliente viaducto en arco de Garabit, con una longitud de 565 m, un arco de 165 m de luz y una altura de 122 m sobre el río Truyère y que con sus 3300 toneladas de peso fue en su día el puente en arco más largo del mundo. Otro intrépido proyecto fue el del puente de María Pía, diseñado por su socio Seyrig, con 563 m de longitud, un arco de 165 m de luz y una altura de 61 m sobre el Duero.
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En 1882 inició su colaboración en el Canal de Panamá con la construcción de las esclusas que permitirían salvar la diferencia de nivel entre el Atlántico y el Pacífico. Pero se vio implicado en un escándalo de corrupción sin precedentes, y aunque posteriormente fue absuelto de los cargos que se le habían imputado, el affair acabó con su reputación hasta el punto de que a partir de ese momento ya no quiso ejercer como constructor y se dedicó exclusivamente a la investigación en campos como la meteorología, la aerodinámica o la incipiente radiotelegrafía.
Este podría ser a grandes rasgos el perfil de Alexandre Gustave Eiffel. Un ingeniero y constructor de prestigio internacional que llevó a cabo obras colosales que hoy siguen en pie. Un ingeniero apasionado y un auténtico genio de la arquitectura en hierro del siglo XIX. Eiffel dejó un valioso legado del que también forma parte la Atalaya Mirador que lleva su nombre en la Ciudad Ducal de Las Navas del Marqués, lo que para nosotros constituye una verdadera satisfacción y un claro motivo de orgullo.
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