División por Venezuela
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Las diferencias en la izquierda gobernante sitúan al Gobierno de Sánchez en una posición indigna ante la aguda crisis en el paísLa crisis política y social que atraviesa Venezuela es tan grave y la quiebra de sus instituciones tan desconcertante que no resulta fácil establecer a distancia una política de Estado capaz de contribuir positivamente a la democratización de la vida pública en aquel país. Pero ... la convulsión venezolana tampoco puede servir de excusa para que los gobiernos de las sociedades libres opten por desnortarse y así desentenderse de su futuro. El poder de Nicolás Maduro es heredero del régimen plebiscitario con el que Hugo Chávez anuló la pluralidad gracias a la exhibición disuasoria de su control sobre las Fuerzas Armadas y al desarrollo de tramas 'populares' de legitimación y coacción. Maduro ha acabado con los exiguos resortes de control democrático y entereza institucional que pervivían en Venezuela. Hace justo un año Juan Guaidó fue elegido presidente del Parlamento y, en esa condición, presidente interino del país cuando Maduro había salido victorioso en unos comicios plagados de irregularidades a los que no concurrió la oposición. Hace un año el Gobierno de Pedro Sánchez reconoció a Guaidó como «presidente encargado» con el argumento de que la Constitución venezolana contempla tal figura en ausencia de un presidente de la República Bolivariana legitimado. Hoy, Guaidó estará en Madrid, pero no será recibido por Sánchez ni se sabe cuál será exactamente el tratamiento que le conceda el Gobierno tras haberse entrevistado con Angela Merkel, en Davos, y ayer con Emmanuel Macron, en París. Su figura corre el riesgo de convertirse en España en motivo sobrevenido de división entre el Ejecutivo de coalición PSOE-Unidas Podemos –en el que no es difícil intuir divergencias internas sobre la politica hacia Venezuela– y las derechas. En tales circunstancias, el episodio de un encuentro encubierto entre el ministro José Luís Ábalos y la vicepresidenta venezolana, Delcy Rodríguez, sobre la que pesa una orden de detención en el 'espacio Schengen', constituye un despropósito injustificable, agravado por el hecho de que el también secretario de Organización del PSOE negó su celebración. Las diferencias exteriorizadas entre los expresidentes Felipe González y José Luís Rodríguez Zapatero, ambos con fuertes vínculos en la región, dan cuenta de las dificultades de los socialistas para fijar una posición clara ante un drama que está obligando a miles de venezolanos a migrar hacia España. Dificultades que ponen a prueba la cohesión gubernamental entre Sánchez y Pablo Iglesias, y sitúan oficialmente a nuestro país en una posición indigna, sometida a la minoría parlamentaria.
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