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Importancia de la diferencia, que no otra cosa sería eso que llaman 'diversidad'. Si PSOE y PP o –mejor dicho– quienes habrán de representar esas siglas no se 'diferencian' y, al menos, aciertan a proyectar un perfil propio y nítido en las regiones, provincias o ... ciudades, difícilmente encontrarán la aceptación de sus conciudadanos. Es decir, el apoyo nacional –más que nunca quizá– se disputa en el ámbito de lo local, de lo cercano e inmediato. En el plano autonómico, y cara a las próximas elecciones, así lo ha advertido Hernando desde el PP vasco, lo ha hecho constar –predicando con el ejemplo– Feijoo en Galicia, que nada ha querido saber de Ciudadanos; y lo evidencia el naufragio total que se puede prever del PP en Cataluña –con Cayetana o sin ella– y por mucho que, en ese caso, se coloque al rebufo de «los naranjas». A su manera, es lo que parece haber entendido y a lo que 'juega' Óscar Puente en Valladolid, cuando hace valer su compromiso y conocimiento de la ciudad; no tanto Tudanca, menos identificado e identificable dentro del panorama regional; de ahí que algunos ya auguren un discreto pero implacable desplazamiento de Puente desde la alcaldía vallisoletana hacia la candidatura de la presidencia de la Junta para futuros comicios.
Porque diferenciarse como partido de arraigo regional e incluso regionalista, que no está al servicio de las cúpulas de poder madrileñas y los intereses de ningún centralismo, resultaría ahora fundamental. Y es que sí ha quedado bastante claro el problema que constituye no saber diferenciarse o definirse respecto a cualquier partido 'de al lado', habiéndolo pagado de forma dramática Cs frente al PP y el mismo PP con la sangría que le causó Vox por su ala derecha. Esto hace que –no por casualidad– cuando comentamos las andanzas o tropezones de unos y otros se puedan confundir y entremezclar apellidos*, de forma que, no tardando, apenas sería ya raro que se mencione en más de un medio a un tal 'Teodoro Francisco Igea' o 'Santiago Casado-Smith'.
Vienen –según ciertas voces agoreras– malos tiempos para España y Europa. Y habrá que saber cuáles son los 'amigos' con que se quiere ir, pero siempre que no se le tome al recién llegado por un 'pagafantas' de turno. Llega, a todas vistas, no tanto el momento de aquella 'Europa de las regiones', de que tanto se hablaba hace unas décadas, como de 'las regiones de Europa' (que la harán o desharán), en un concierto de 'tiras y aflojas', de negociaciones duras y discusiones 'a cara de perro' para acordar recortes en los nuevos presupuestarios, de modo que los que –además de ser pobres– no se respeten a sí mismos, ni defiendan su identidad o diferencia, llevarán siempre todas las de perder.
Esto le podría ocurrir a Castilla y León, pero tanto o más a una Castilla sin León, circunstancia que no debe descartarse si –finalmente– prosperan los intentos de segregación de las tierras leonesas y se rompe la actual comunidad autónoma. En este sentido, es más que sensato lo que proponen determinados patronos de la Fundación Villalar de que, ya que va a cambiarse su estructura, la reforma empiece por la presidencia y esta deje de depender de la de las Cortes, lo que siempre politiza –en el peor sentido– la gestión a realizar. Más si quien la ocupa no demuestra estar igualmente comprometido con lo castellano que con lo leonés. A fin de que –de verdad– dicha Fundación sirva para reconstruir y relanzar una conciencia e identidades castellana y leonesa poderosas, de acuerdo con lo que nuestra historia en común –y a veces no tan coincidente– merece. Y ello tendría que hacerse bajo la presidencia de una personalidad no política, y preferiblemente de consistencia científica e intelectual, no solo de alguna relevancia o experiencia en la gestión de las culturas. Porque ese refuerzo, ese repensar o reinventar la comunidad («hacer país», dicen otros) lo vamos a necesitar. No va a ser un capricho ni una extravagancia. En el mundo del mañana se convertirá en algo casi esencial para sobrevivir. 'Smart regions or dumb regions'. 'That's the question'. 'That's the matter.
*Mis inteligentes lectores entendieron que la semana pasada me refería, pues, a Díaz Ayuso cuando, seguramente por influencia de los apellidos González presentes en el partido colindante de Vox, aludí a ella como González Ayuso. Gracias por la comprensión.
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