Dios salva a América

Recibí las imágenes en mi móvil casi cuando sucedió, el pasado 25 de mayo, pero, debido a la militancia de algunos de mis contactos, empeñados en que me ría, llore, o me acuerde de la madre de alguien por imposición viral, lo miré por encima, a última hora de la tarde, sin voz, sin prestar atención, y pensando que era algo terrible y muy desagradable que ya había visto tiempo atrás. Últimamente soy muy consciente de la necesidad de practicar una cierta higiene mental con la misma tenacidad que los deportistas postpandémicos pasan a tu lado bufando impúdicamente. Miré y no quise ver. Probablemente el inconsciente me jugó una mala pasada pues, en esta desescalada, he vuelto a encontrar a mi gente no contagiada del virus, pero extremadamente tocada del ala. La salud, a veces, olvida que el cerebro es un músculo y que la cabeza forma parte del cuerpo humano, por eso el Gobierno, en sus homilías, nos mandó a hacer ejercicio en cuanto le fue posible, y olvidó que el miedo no se cura a base de kilómetros.

El vídeo apareció en los informativos, cuando las revueltas, las protestas y los contraproducentes pillajes empezaron a incrementarse. Como me había sido reenviado varias veces, y no sin cierta prevención, puse el volumen y visualicé el horror de la impunidad de aquella agonía, como los miles de millones de personas de este mundo que lo habrán recibido. El protocolo del ser humano para mostrarse como tal se ha ido a tomar vientos. Lo más buscado por los usuarios de la Red esos días de duelo han sido los tuits que el presidente de Estados Unidos publicó la noche en que los manifestantes llegaron a los límites de la Casa Blanca, y el Nerón del imperio se quedó en su refugio mientras las calles se incendiaban. Yo, a estas alturas de mis líneas, tendría que callarme y permitir a los lectores que saboreen el silencio, pero eso es harto difícil, pues además de los caracteres que me he comprometido a escribir, el silencio, como la oración, no puede ser ordenado y mucho menos retuiteado. Descanse en paz otro hombre de raza negra.