Dios

No me sorprende que haya vecinos de Pedrajas que no se explican cómo es posible que después de cinco semanas de confinamiento las cifras de la pandemia en su pueblo no bajen ni rociando las fachadas con lejía. Así que intentaré echarles un cable porque ... ni ellos entienden lo que pasa a su alrededor, ni todos los demás lo que está sucediendo en el resto de España y en el mundo mundial. La culpa no es suya sino de la incertidumbre de enfrentarnos a un enemigo del que creemos saber muchas cosas pero que nos sigue teniendo cogidos por los cataplines. Incluso cumpliendo a rajatabla lo que la autoridad nos ordena, el coronavirus continúa extendiéndose porque cada día descubren una cosa nueva: que si va por el aire, que si se pega a cualquier superficie, que dura días, semanas o incluso meses y que es lo más parecido al Dios de la fe cristiana: que está en todas partes.

No recuerdo cuántos bares hay en el pueblo pero es difícil que los contagios vengan de sus barras o terrazas; o del cine Avenida, que igual está cerrado por pandemia. Si no hay por allí una sala de fiestas a lo grande, un par de colegios mayores llenos de zánganos colmeneros organizando fiestones, y los jóvenes del lugar lo tienen dificilísimo para hacer botellones clandestinos sin que aparezca la Guardia Civil, ¿con qué se están infectando? Amigos pedrajeros, tengo la solución: con el mismo virus que nos está devorando a todos.

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