Me parece defendible la postura de la universidad de permitir que los alumnos más torpones o más vagos puedan pasarse ocho años estudiando la misma carrera; incluso entendería que lo prolongaran hasta los cuatro quinquenios y reválida porque, al fin y a la postre, el ... organismo educativo tiene que vigilar su cuenta de resultados. Siempre que alguien pague la matrícula no hay nada que objetar porque, además de impartir ciencia, hay que cerrar el balance anual sin mucho descalabro.
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Puede que esto parezca un tanto cínico viniendo de un servidor que terminó a duras penas la enseñanza básica, y si alguien me vió en las aulas de Derecho le confieso que aprobé solamente una asignatura y fue gracias a la benevolencia del profesor, que me conocía y era consciente de que, en beneficio de la humanidad, nunca ejercería.
Es razonable que los padres apoyen a sus hijos para que esudien pero, tal y como está el mercado laboral, en lugar de preguntarles qué quieren hacer deberían plantear el gran dilema: ¿de qué piensan vivir? Hay carreras (sobre todo técnicas) con buena salida profesional, pero hay otras cuyo futuro económico es más negro que la conciencia de Putin. Salvo que los papis sean de alta alcurnia conviene recordar a los alumnos que no es fácil sobrevivir en un mundo en el que hay que trabajar para comer caliente. Eso sí: la pregunta sobra si los progenitores están montados en el dólar.
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