Reconstruir es volver a construir. Después de un terremoto, una inundación, una catástrofe o una pandemia como la que aún sufrimos. Esa tarea es urgente y exige la contribución de todos los que fueron elegidos para representarnos y también para cuidarnos, aunque algunos lo ... hayan olvidado.

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Se necesita una mayoría de políticos leales dispuesta a trabajar en un vigoroso Plan de Reconstrucción, que aplace tejes y manejes para desalojar al Gobierno legítimo que nos ha tocado en suerte. A esa tarea convocada por Pedro Sánchez están llamados todos los grupos parlamentarios, la patronal, los sindicatos, las administraciones autonómicas, las municipales. Se trata de diseñar un proyecto potente que apruebe finalmente el Parlamento español.

Pero el preámbulo de esa ingente tarea está siendo decepcionante. Con las chulescas maneras exhibidas estos días por la portavoz del PP, Cayetana Álvarez de Toledo, el vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, o el portavoz de Vox, Iván Espinosa de los Monteros, se apuntan las irritantes dificultades con las que tropezará el diseño y los compromisos de ese Plan de Reconstrucción. Ya lo advertía el viernes en eldiario.es el catedrático Javier Pérez Royo, lo que aterra a las derechas es que un Gobierno no presidido por ellas sea el que dirija la reconstrucción del país. Tenía toda la razón.

De momento, contamos con el colchón urgente que el Gobierno estableció con el acuerdo de empresarios y sindicatos, que permitió prolongar los ERTE.

En pocas semanas, el Consejo Europeo puede dar luz verde a la propuesta del Parlamento Europeo de un grandísimo fondo de recuperación para aliviar las crisis provocadas por la covid-19. Tanto Pedro Sánchez como Nadia Calviño han tejido sin pausa una red de garantías en Europa que permite, al menos, estar esperanzados para afrontar el futuro. Si volvemos la mirada a casa, la discreta actuación del vicepresidente Pablo Iglesias se ha roto en mil pedazos, porque de política económica se trata. Quiere tirar por la calle de en medio reclamando un tributo a las rentas más altas, y la vicepresidenta le frena para no entorpecer la frágil y compleja telaraña de negociaciones necesaria para que los acuerdos aquí, y sobre todo en Europa, lleguen a buen puerto.

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Y es que Iglesias se impacienta y desea complacer a sus seguidores recuperando sus iniciales promesas, cuando le toca tener paciencia. Pero la situación exige arrimar el hombro sin desgana, para abrir el camino a una sólida reconstrucción del país. Lo contrario produciría vergüenza.

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