Diario del migrante perdido

Somos los intolerables de los crepúsculos urbanos en tiempos de prodigiosas imágenes, mas entre tantas no hallamos la nuestra: No somos infelices en la desesperada mañana, aceptamos nuestro destino que, al cabo, más ladrón que generoso es, y quita más que concede. Digerimos las nubes ... que nuestra caminar acompañan y que nos hurtan su sombra favorecedora. Nubes, sopor, frío y hambre; en derredor nuestro todo son sombras desvaídas, bombas, estruendos y muerte. Ir de aquí para allá en las huellas del agobio, el tiempo nos ignora, fieles a la estela de luna que despunta sobre la inmensa desolación terrestre. Bien mirado, si todo el planeta no fuera otra cosa que alabanza de sí mismo, para qué desear una tierra prometida donde plantar raíces. Sobrevivir sin raíces no es vivir, desdichado vagar es como simple materia errante por un horizonte informe, malvivir el aciago azar de un destino incierto, como todos los destinos son.