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Reconozcámoslo: no queremos saber nada de los desperdicios domésticos que separamos en bolsas que van a parar a media docena de contenedores diferentes. No obstante, si planteamos este asunto entre familiares y amigos, todos sin excepción presumimos de separar a conciencia el plástico del papel, ... el detritus orgánico del cristal, y así sucesivamente. Y casi seguro que es cierto, pero al menos yo me desentiendo en cuanto deposito los restos y no quiero saber qué hacen con ellos en los inmensos vertederos que crecen en las afueras de todas las ciudades. hora que creemos estar más concienciados que nunca, muchos ignoramos dónde acaba nuestra mierda y qué se hace con ella para que no moleste ni nos contamine. Sé, por ejemplo, que en Valladolid hay dos vertederos para distintas sustancias, pero jamás visité ninguno de ellos y cuando paso cerca del que está entre Zaratán y Villanubla ni siquiera miro de reojo, por si se escapa algo.
Por lo general, de estas cosas hablamos cuando se convierten en catástrofes como la de ese muladar del País Vasco que ha vuelto a arder mientras se buscaba a dos trabajadores sepultados en él, y me pregunto qué tipo de información tendrán las autoridades para pedir al personal que se meta en casa y cierre a cal y canto puertas y ventanas.
Lo paradójico es que lo que puede envenenar a los vecinos de Vizcaya y a los de Pucela ha sido generado por ellos mismos.
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