Entre el detallito y el soborno, el abismo
Intruso en El Norte ·
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Intruso en El Norte ·
Eso del regalo al político y la ofrenda al que manda viene siendo una práctica en la que se dice mucho del que entrega y mucho del que pone el cazoPrimero fueron unas rosas. Después vino el rosal. Después del rosal, un apartamento en Denia y después, cuando falló el amor, llegó la trituradora de papel y otros tomaron posesión. Ocurre que la Junta ha prohibido que el cargo público reciba cualquier regalo, algo que ... de entrada es positivo, pero también quimérico porque nos conocemos todos –'hunos' y otros–.
Resulta que en la teoría del agasajo nos hemos venido criando desde la Restauración, o quizá desde antes, y eso del regalo al político y la ofrenda al que manda viene siendo una práctica en la que se dice mucho del que entrega y mucho del que pone el cazo. «Do ut des», que diría mi primo.
Nuestros políticos pastelean con la Sanidad y van a quedarse huérfanos de las botellas de 'Fundador', que siempre quedaban bien en el despachito con las flores del susodicho rosal. La cosa sería tal que acabó en que a la diestra y a la siniestra, arriba y abajo, todos le tocaban algo al jefe de servicio por razón de la consanguineidad. Ya nada nos sorprende y uno ve más bien que la regeneración de la política debe empezar por lo mollar y no por esto del regalo, que es anecdótico.
Hay regalos y regalos. Dádivas barrocas y detalles cachondos que me venden en el 'sex shop' de la esquina. No es lo mismo un numerito de Navidad al consejero X que una montería con gastos pagados en Despeñaperros, a las que tan aficionado era Garzón en aquel tiempo de ZP. Aquellas monterías a lo Berlanga donde pasaban un industrial catalán, un ministro y un subsecretario...
Lo cierto es que la idea de la Junta me parece bien, aunque predicará en el desierto, pues que la Celtiberia del mamoneo no se diluye con la buena fe de un decreto. Pero se predica con ejemplo y Viva España.
Luego hay que ser empático y ponerse en la piel del que entrega algo a la Administración. Un recuerdo de Santillana del Mar, un par de zuecos, un cactus o un cartón de Winston de Gibraltar al amigo que pegó el pelotazo con el partido. Sé que hay cargos intermedios a los que se ha agasajado con una placa, una plaza y una fuente. Los servicios prestados a la comunidad también tienen que ser reconocidos, aunque cuando se inventó la democracia no se había previsto ni a Jesús Gil –QEPD– ni al Bigotes.
Como en todo, esto es una cuestión de magnitudes, de confianzas mutuas sobre las que existe esa ley de protección de datos improvisada –y mutua– que salvaguarda al que da y salvaguarda al que recibe; al activo y al pasivo. Que lo que pasó en el despachito, se quedó en el despachito... y que lo que cuente el Boletín Oficial que sea una casualidad bendita a beneficio de inventario.
Laus Deo.
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