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El espanto tiene ojos humanos, las catástrofes naturales son terribles sucesos involuntarios, tal vez a nadie quepa responsabilizar de tales desgracias, y en todo caso la naturaleza estaba antes que nosotros. Lo que no tiene justificación ética, y por tanto justificación humana, es la ... capacidad humana para explotar y destruir su entorno, obsesión que permanece activa desde el principio de los tiempos y que el proceso supuestamente civilizador no ha hecho más que refinar y agravar.
Ese es el auténtico espanto; sofisticar la mente humana en toda clase técnicas de destrucción programada para sojuzgar y manipular la cultura, las naciones, los pueblos, las personas, y en general las formas de vida de todos los seres vivos que conviven en el planeta, poniendo en peligro la supervivencia del propio planeta, nuestro único patrimonio.
La humanidad podría no tener futuro tras un presente que se anuncia devastador, como pájaro agorero. Las causas son bien conocidas; la desmedida y enloquecida ambición del poder económico, la especulación de los mercados financieros, la economía cortoplacista y el imperialismo global del Poder, aunque el precio sea el planeta y la vida de las especies, incluida la humana. El cambio climático opera ya en la naturaleza desde hace tiempo, una respuesta de catástrofes imprevisibles, con evidente peligro de extinción de buena parte de los habitantes del planeta que fue azul y que está dejando de serlo, un planeta que se ha convertido en hostil para sí mismo.
El planeta es hollado por el humano, que olvidó la Tierra era su única patria, y sin saber qué hacer con ese inmenso receptáculo de vida, decidió explotarlo hasta su última reserva natural. Destruir el planeta sin piedad es nuestro juego favorito, como lo es autodestruirnos. La especie humana tal vez se ha vuelto involutiva con su comportamiento antinatural y arrastra en su Anábasis al resto de especies vivas.
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