Las fuerzas del mal y del bien nos vigilan a todas horas y en todas partes: en la plaza del pueblo, en la carretera y en cualquier concentración de masas. A pesar de que existen otros sistemas de control muy efectivos como las redes sociales ... y los móviles o el helicóptero de la DGT, los drones chivatean nuestros movimientos y están equipados para multarnos desde el espacio. Aunque también suelen utilizarse en la búsqueda y rescate de personas, lo suyo es informar al que los maneja a qué velocidad circulamos o si estamos en la calle durante el toque de queda. En resumen: un elemento más de ese Gran Hermano que sabe de nuestras andanzas más que nosotros mismos.
Publicidad
Por eso no me sorprende que el Consistorio haya comprado dos aparatos voladores cuyo coste pagaremos por duplicado: con impuestos y con multas. El hecho de que la Policía comparta con los Bomberos la información obtenida, añade utilidad a ese ojo volandero transformado en uno de los más eficientes funcionarios y empleados públicos porque no tiene convenio, ni hora de almuerzo, ni días de asuntos propios ni gripe, lo que le convierte en un currito a destajo.
No obstante, confieso que esta moda de los drones no me pilla de sorpresa porque el primero que vi volar fue la zapatilla de mi madre lanzada desde la cocina e impactando de lleno en una de mis orejas. La multa, detraída de la propina, llegó dos días después. Como un dron.
0,99€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.