Pedro Sánchez, en el centro, en la última ejecutiva federal del OSOE. Sergio Pérez / EFE

Después de Pedro, 'naide'

Dados rodando ·

«Hoy, el Partido Socialista Obrero Español es un páramo desierto en materia de liderazgo que pueda oponerse al del presidente del Gobierno»

Antonio San José

Valladolid

Martes, 28 de junio 2022, 00:08

Resulta curioso comprobar cómo el principal partido político de España, a día de hoy, carece absolutamente de un liderazgo alternativo a la figura omnímoda de Pedro Sánchez Pérez-Castejón. Desde la refundación del PSOE, comandada por Felipe González y Alfonso Guerra tras la muerte del ... general Franco, el poder en esta formación ha estado siempre repartido en mayor o menor medida. Si González ejerció como referente principal y presidente del Gobierno, el 'guerrismo' constituyó un sólido contrapeso que se dejó notar especialmente en el funcionamiento cotidiano del partido constituyendo, en la practica, un juego de equilibrios que rindió buenos servicios a las siglas fundadas por el tipógrafo Pablo Iglesias Posse.

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De entre los gobiernos presididos por Felipe González es fácil citar a algunos ministros que poseían un indudable liderazgo: Javier Solana, Miguel Boyer, Carlos Solchaga o José María Maravall, que se unían al peso indiscutible de barones como José Bono, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, Manuel Chaves, Txiki Benegas o Pasqual Maragall. Es decir, existía una pléyade de nombres cuyo peso político les permitía proyectar una imagen muy sólida ante la opinion publica.

Hoy, el Partido Socialista Obrero Español es un páramo desierto en materia de liderazgo que pueda oponerse al del presidente del Gobierno. De manera deliberada o no, Sánchez ha laminado a cualquier personalidad alternativa convirtiéndose en el centro único de la formación. Si mañana, por cualquier razón, los socialistas tuvieran que buscar un recambio como cabeza de su propuesta electoral, les costaría verdadero trabajo identificar de forma realista una oferta que pudiera concitar el reconocimiento y posterior apoyo de los ciudadanos. Esto no deja de resultar una anomalía que parece ajena a las preocupaciones y afanes de los responsables del partido. No hay un solo presidente territorial, ministro, alcalde o alto cargo que hoy pudiera aparecer ante la opinión pública con verdaderas posibilidades de éxito. Hay nombres, si, pero ninguno de ellos alcanza el estatus de referente alternativo socialista ante los ojos de la sociedad.

Esta circunstancia, derivada de una actuación deliberada de Pedro Sánchez que practicó la tierra quemada tras su reconquista del poder socialista tan bien reflejada en el libro 'Manual de resistencia', que le escribió Irene Lozano, recuerda mucho a aquello que dijo, a finales del XIX, el torero Rafael Guerra 'Guerrita', lleno de soberbia y austosuficiencia: «Después de mi, 'naide'…, y después de 'naide', Fuentes». Lo que pasa es que aquí no hay un Fuentes que identificar. Esto, que puede parecer algo poco relevante, constituye, sin embargo, una anomalía democrática. El perfil bajo del Ejecutivo, de los portavoces socialistas y de aquellas supuestas figuras que el PSOE presenta ante los medios de comunicación, resulta tan demoledor como peligroso. No existe peso político, ni autoridad real. En su lugar, solo se percibe irrelevancia y una imagen de insoportable levedad que dice muy poco del partido y de su máximo responsable, que debería de preocuparse por trabajar en una alternativa creíble a su propia figura.

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«En mi partido hay un banquillo amplísimo», sentenciaba hace unos días en Madrid un ex secretario general del PSOE. Y lo decía convencido. Lo malo es que semejante afirmación no deja de significar un brindis al sol, o un saludo a la bandera, en medio del vacío político que se percibe con un análisis mínimamente objetivo. Nadie duda de que el PSOE tiene, debe tener, personas valiosisimas, pero si carecen de visibilidad pública permanecerán ocultas a los ciudadanos y, lo que es peor, a los posibles votantes que, en cuanto a liderazgo, solo perciben hoy la amargura de la nada con sifón.

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