Incendios tan gravísimos como el de la Sierra de la Culebra suelen ocupar grandes espacios en los medios…, mientras están activos. Ese ir y venir de helicópteros, hidroaviones, voluntarios, bomberos profesionales y de la Unidad Militar de Emergencias da mucho juego informativo que, por lo ... general, se apaga al mismo tiempo que las llamas. Normalmente, cuando el operativo se retira el suceso deja de ser actualidad y pocos recuerdan cualquiera de los incendios de Sierra Bermeja en Málaga, o los de Cantabria, Lérida, Tarragona o Navarra, por citar solamente unos pocos, y recientes, de esta España convertida en un brasero. Da la sensación de que cuando desaparecen las llamaradas todo vuelve a la normalidad, lo cual es falso de toda falsedad, porque cuando llega el silencio empieza el drama de los afectados.
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Por eso las historias humanas contadas por El Norte de ayer sobre la tragedia zamorana me emocionaron y conmocionaron al mismo tiempo. Leer los testimonios de quienes han perdido sus árboles centenarios, sus colmenas o tienen prohibido que el ganado pise la tierra quemada durante los próximos años es dejar constancia de una profunda herida en el alma de la gente. Hoy me quedo con la reflexión de un vecino que se ganaba la vida gracias a los castaños y a las setas y que dudaba de las ayudas prometidas «que quizá no lleguen nunca». ¿Y ahora qué?, se preguntaba. «Ahora nada». Desgarrador.
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