Manuel Castells, escritor y ministro de Universidades. Fernando Alvarado-EFE

Después del huracán

«Hay que compartir con Castells la convicción de que después de la pandemia ya nada será igual. Pero esta afirmación no ha de ser necesariamente negativa»

Antonio Papell

Valladolid

Jueves, 29 de octubre 2020

Manuel Castells está publicando una nueva edición de su conocido libro 'Ruptura', en el que analiza la crisis de las democracias liberales y en el que ya toma en consideración los primeros efectos de la gran pandemia. De momento, conocemos el epílogo de la ... obra, publicado como adelanto en la prensa catalana.

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Castells pone de manifiesto que el problema suscitado por la covid-19 no decaerá con la vacuna, que se prevé próxima, ya que antes habrá que probarla, manufacturarla y distribuirla de forma que llegue a todos los confines del planeta, dado que cualquier reservorio del virus podrá ser causa de rebrotes en cualquier lugar. Y mientras tanto -escribe Castells- «la economía sigue en caída libre, el paro aumenta a niveles que apenas podrán ser sostenidos por el seguro de desempleo, las fronteras se cierran, la agresividad entre las personas se incrementa, en particular en la violencia machista, la xenofobia se generaliza, la transición al teletrabajo y a la teleenseñanza se hace en la confusión, mientras las redes sociales se pueblan de mitos apocalípticos y teorías conspirativas que ponen en duda la ciencia y la democracia.

Se socava el orden geopolítico mundial mientras un nacionalismo rampante amenaza con confrontaciones peligrosas entre estados y con supresión de la disidencia so pretexto de inseguridad. Es más, las necesarias precauciones sanitarias de restricción de la movilidad y vigilancia de los contactos sociales como principales formas de prevenir la difusión del virus han introducido ya limitaciones extremas a las libertades que alimentan la tentación siempre presente en los estados de un autoritarismo puro y duro para mantener el orden».

La tentación del pesimismo acecha siempre a los intelectuales, pero en este caso, carece de verdadero fundamento. La tragedia que estamos padeciendo es inmensa, monstruosa, y todo indica que nos quedan meses de muerte, dolor y sufrimiento, pero por primera vez en la historia, y gracias al desarrollo científico que hemos alcanzado, estamos cerca de conseguir una vacuna que nos evite tener que resignarnos a la inmunización de rebaño, que fue la que detuvo en 1920, dos años después desencadenarse, la terrible gripe española. Es muy probable que a lo largo de 2021, cesen o disminuyan muy significativamente las muertes debidas a esta enfermedad.

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Cuando esto suceda, la economía de la mayoría de los países estará seriamente afectada (salvo en China, que ya ha conseguido la normalidad de 2019 por procedimientos autoritarios, la covid-19 sigue haciendo estragos en prácticamente todo el planeta), pero a diferencia de crisis anteriores, los aparatos productivos estarán prácticamente intactos y el sistema financiero internacional habrá padecido pero no se habrá derrumbado.

La capacidad de oferta tiene inercias negativas que harán imposible una recuperación automática; así por ejemplo, es evidente que el turismo no alcanzará las cotas anteriores hasta que el nivel de vida real de las sociedades maduras vuelva a remontar. Pero de otra parte, si se consigue que los recursos habilitados para la reconstrucción se apliquen verdaderamente a la modernización de los sistemas productivos -mediante la digitalización, la descarbonización y la mejora de la formación-, es muy probable que se consigan con rapidez crecimientos altos de la productividad, que hubieran sido inimaginables sin la mediación de un contratiempo tan grave como la pandemia.

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En cuanto al sistema financiero, el hecho de que la crisis esté globalizada y todas las economías hayan tenido que endeudarse para responder al reto de la epidemia, tanto en el fortalecimiento de los servicios sanitarios cuanto en el socorro de las empresas afectadas por las etapas terapéuticas de confinamiento, sugiere la posibilidad de una quita global, que descargue el conjunto de los déficit fiscales hasta volverlos manejables. Los organismos económicos internacionales deberán ponerse a trabajar en esta dirección en cuanto se vea una luz en le horizonte.

Hay que compartir con Castells la convicción de que después de la pandemia ya nada será igual. Pero esta afirmación no ha de ser necesariamente negativa. A veces, las convulsiones permiten renacimientos inesperados, resurgimientos que no habrían acontecido de otra manera. Y a todas luces tenemos enfrente la oportunidad de renacer dentro de poco, en todo caso más pronto que tarde.

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