Después de Herrera
La carta del director ·
El exdirigente burgalés es de todo menos una 'vedette' del mitineo y el megáfono, pero aquello de cada uno en su casa y Herrera en la de todos pasó a mejor vidaSecciones
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La carta del director ·
El exdirigente burgalés es de todo menos una 'vedette' del mitineo y el megáfono, pero aquello de cada uno en su casa y Herrera en la de todos pasó a mejor vidaDos de las personas que más poder acumularon los últimos años en Castilla y León, José Antonio de Santiago, exvicepresidente de la Junta, y Pilar del Olmo, exconsejera de Hacienda, brazos político y económico de Juan Vicente Herrera y ahora concejales del PP en Valladolid, ... publicaban el pasado miércoles una jugosa tribuna en El Norte de Castilla. La titularon 'Herrera 100 días después'. A medias entre la reivindicación, el homenaje, el epitafio y la nostalgia, el escrito demostraba de algún modo hasta qué punto una sociedad pasa página y se traga capítulos de su propia historia colectiva en apenas tres meses. Como una trituradora.
Herrera ha dejado huérfanos a los herreristas. El exdirigente burgalés, de todo menos una 'vedette' del mitineo y el megáfono, la institucionalidad personificada en ese tic que le hace gesticular con el cuello y colocarse a cada minuto el nudo de la corbata, es ya parte del pasado. Entre otras cosas, o quizás precisamente, por la urgencia, variabilidad e incertidumbre políticas con que se manifiesta el presente. A lo mejor me equivoco, pero cuesta imaginar cómo Herrera sería capaz de participar activamente de un juego en el que el largo plazo es una quimera y en el que nada escapa a las férreas consignas de partido. Él, a quien, como escribían los autores del artículo y han demostrado los hechos, «nunca le han gustado los denominados 'aparatos'». Juan Vicente Herrera ya reluce en la memoria de muchos como un jarrón chino de metro ochenta. Por eso no será fácil encontrarle en la política activa un sitio lo suficientemente despejado y relevante. Porque de Herrera ya solo queda el 'posherrerismo'. Y esa etapa, corriente, facción o aspiración, no sabría definirla, alcanza su cota máxima en las palabras de De Santiago y Del Olmo, un dúo que, por increíble que parezca, comanda la oposición del consistorio pucelano atizando a todo el mundo menos al alcalde.
El presente y el futuro de la política en Castilla y León tendrán varios protagonistas, más de los que nunca tuvo, pero sospecho que no habrá demasiado hueco para aquellos que se declaren, por encima de todo, herederos del legado de Herrera. El 'posherrerismo', como enumeración de ausencias, no es eso. Es un alcalde de Valladolid, Óscar Puente, tan seguro de sí mismo y de que en 2023 logrará una mayoría absoluta que, si no se ejercita pronto en nuevos desafíos, acabará aburrido. El tiempo, hasta entonces, se antoja una eternidad. O un suspiro, depende de para quién. Lo cierto es que, en medio de él, el PP de Valladolid deberá decidir dos cosas: quién lo dirige y con qué armas llega a la cita electoral de esa fecha en la capital de la provincia, centro político de la comunidad. En ese sentido, habrá que ver cuánto y con qué configuración aguanta un grupo municipal que fue concebido mucho más para gobernar que para la larga travesía en el desierto que representa habitar la bancada de la oposición en cualquier palacio consistorial.
El 'posherrerismo' también es un gobierno autonómico que acumula profilaxis contra esas enfermedades autoinmunes tan típicas de todas las coaliciones. La primera crisis seria que ha vivido, a cuenta del plan de ordenación de la atención primaria en el medio rural, es nadería, solo el preludio de las tensiones y zozobras que suscitarán los resultados del 10-N. Si Ciudadanos, como parece, dobla la rodilla, la primera preocupación del presidente regional, Alfonso Fernández Mañueco, será que Albert Rivera aguante. Como sea. Porque sin Rivera, o sin su espíritu e inspiración en la torre de control de Ciudadanos, aumentan las posibilidades de que Igea se eche al monte, liberado ya de ataduras y puede que convencido de que el crujido electoral en su formación bien pudiera deberse a un exceso de derechismo y a estrategias que él y otros ha criticado abiertamente. Curioso que, por ahora, el mejor bálsamo contra esa temida tentación es precisamente Puente, quien, en lugar de enjabonar sus contactos, llama al vicepresidente Igea «portacoz» y lo rechaza y desprecia como interlocutor. Y en fin, aunque sus herederos quizás no lo vean así, el 'posherrerismo', el de verdad, ha quedado marcado sobre todo por el 'antiherrerismo'. No hay mucho más en el PP de Castilla y León. Valoraciones aparte, aquello de cada uno en su casa y Herrera en la de todos pasó a mejor vida.
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