Las noticias más leídas del sábado 8 de febrero en El Norte de Castilla
Alfonso Fernández Mañueco y Francisco Igea, en las Cortes. Gabriel Villamil

(Des)Orden y (des)concierto

Rincón por rincón ·

«Ciertamente hay momentos en los que la sensación de soledad se hace infinita. Y mientras, los 16 tenores cantan al sol»

J. Calvo

León

Lunes, 26 de octubre 2020, 07:56

Ofalta orden, o sobran comunidades autónomas. O falta criterio, o sobran intereses partidarios y partidistas. Nunca la clase política quedó tan retratada como en las últimas semanas, jamás se pudo comprobar de forma tan palmaria lo poco, lo nada que importa el bien común si ... sobre el otro lado de la balanza recae el peso de los intereses personales y los políticos.

Publicidad

Los ciudadanos, los que pisan la calle cada día, los que sufren los rigores de esta descomunal crisis sanitaria y económica, tienen hoy la sensación de que han sido incomprensiblemente olvidados por una buena parte de sus dirigentes, los mismos que en plena pandemia han tenido tiempo para analizar si deben o no subirse los sueldos.

Nada de lo que ocurre en el mundo de los humanos de carne y hueso parece resultar prioritario para una buena parte de quienes toman las decisiones, aquellos que deberían velar por el bienestar, el presente y el futuro de sus conciudadanos.

El mejor ejemplo de esa estremecedora hoguera de vanidades es el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud. De poco sirve el esfuerzo del ministro de turno por maquillar lo que allí sucede, o su mensaje salpicado de buenas intenciones para edulcorar lo que en realidad son este tipo de encuentros.

Publicidad

España tiene 400.000 políticos, 300.000 más que Alemania pese a contar la mitad de población que ellos. Tal cantidad de cargos públicos perdidos en un indescifrable ramillete de intereses, compadreos y desmanes, termina en este tipo de escenografías.

A la misma mesa, los representantes de 17 comunidades autónomas, cada cual con su propia visión, alguna un tanto extremista, y todos sumidos en un complicado jeroglífico de intereses que terminan en lo que reflejaba la foto final de la pasada semana: un gallinero.

Publicidad

Su imagen reaviva los recuerdos de las gallinas que se alborotaban al otro lado de la alambrada en el patio en casa de mi abuela Juliana, en Oteruelo. Unas picaban el suelo, otras solo cacareaban, algunas se limpiaban ala y el gallo, esquinado, miraba al sol esperando el momento de tomar una decisión. Había algunas que, entre sí, se picoteaban la cabeza.

No es afinidad, ni servilismo, ni peloteo, ni siquiera un complaciente relato de situación pero en medio de ese desquiciante escenario si algo anima es la presencia de Francisco Igea. Igea es sencillo de caricaturizar: áspero, de mirada penetrante, con el colmillo siempre afilado y la sonrisa perdida a la altura del duodeno, un tipo con el revólver a punto, de esos que siempre duermen con un ojo abierto.

Publicidad

Es así, cierto, pero va de cara, tiene criterio, no se amilana, y jamás renuncia a lo prioritario. No será un político fácil, pero en los tiempos que corren es mucho más fiable que la mayoría de sus compañeros de oficio, aquellos que se sientan a la mesa a la espera de agua y pienso para a continuación cacarear al sol sin pensar un poco más allá.

La de Igea es la misma fiabilidad que en esta pandemia ha ofrecido su presidente. Con sus aciertos (innegables) y con sus errores (evidentes), pero con gestión y con agenda Fernández Mañueco nunca ha perdido el norte en medio de una tormenta descomunal. No está mal que en los tiempos de zozobra y tormenta el capitán mantenga rumbo.

Publicidad

Lo dicho no es adulación, si acaso reconocimiento a quienes saben mostrar un perfil con orden y concierto cuando el resto solo entiende de desorden y desconcierto. Ciertamente hay momentos en los que la sensación de soledad se hace infinita. Y mientras, los 16 tenores cantan al sol.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

0,99€ primer mes

Publicidad