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Esta frase, que forma parte de las divisas de Montaigne, «me desmiento sin cesar», es de obligado cumplimiento en la actualidad. Si elijo, por ejemplo, un tema conflictivo y complejo, como la 'ley trans', cualquier opinión que se formule sobre ella o sobre el entorno ... que la obligó a nacer, tendrá una vida breve y pronto variará.
Obsérvese, para empezar, que cuando centramos la atención en los adultos trans, unos pensarán que la facilidad para cambiar de género y rectificarle libremente en el registro es un avance singular. Otros, más escépticos, recordarán que la ley obliga a elegir entre uno u otro género, dentro del binarismo tradicional, sin espacio para los que se sienten no binarios o queer, esto es, ni hombre ni mujer, que estarían también necesitados de esa libertad y del reconocimiento en la ley.
En caso de hablar sobre las mujeres trans los hechos se complican. Muchas feministas entenderán que su presencia debilita los logros de su rebelión, por lo que se oponen a considerarles mujeres verdaderas y tachan su incorporación de impostura y borrado de su identidad. Otras, en cambio, sostendrán que el feminismo y el movimiento LGTBIQ defienden reivindicaciones simétricas, se potencian unas a las otras y comparten sinergias de forma natural.
Si descendemos en edad, las situaciones se ensombrecen aún más, pues los grupos de influencia se multiplican y las decisiones se enturbian. En estos casos, cuando se trata de un joven por debajo de los 16 años, unos verán con buenos ojos las tutelas previstas por la ley, familiares o judiciales, y otros, más reacios, pensarán que hay que retrasar la decisión hasta la mayoría de edad.
Vamos a peor si enjuiciamos la potencial intervención médica, ya sea quirúrgica u hormonal. Las alternativas son más laberínticas, lo que conduce a desmentirse con más frecuencia. Unos creen que la cirugía o el tratamiento hormonal son beneficiosos y llevan la paz y la serenidad a muchas personas que no se reconocen en el género asignado al nacer. Otros se fijan más en los efectos secundarios, las disfunciones que se crean y los arrepentimientos que se registran. Algunos defienden que la intervención solo es útil en trans genuinos, pero no en los que lo son por identificación, moda o contagio, que pueden confundir el malestar físico que acompaña a toda perturbación psicológica con la pertenencia a un cuerpo equivocado. Sin embargo, no es fácil distinguir entre trans profundos y superficiales. No existe criterio claro, aunque siempre hay algún talento que cree dominarlo.
Como se ve, y es una muestra simple y parcial, cualquier opinión pierde terreno con rapidez. Yo, sin ir más lejos, ya pienso distinto avanzado el artículo que cuando lo empecé.
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