El coeficiente de Gini, indicador de la desigualdad, ha subido un punto y medio porcentual con la maldita pandemia desde febrero de 2020, y 1,2 millones de titulados universitarios viven en hogares pobres, según la Encuesta de Población Activa de 2019 (aún no está ... la de 2020, que se prevé catastrófica), el doble que en 2008.

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Retroceso sideral: así, eso del ascensor social es ocurrencia o realidad alternativa. Vivir en un hogar en riesgo de pobreza significa que allí entra menos del 60% de la renta media del país. Acción contra el Hambre dice que hoy atienden –forman y hasta dan de comer, vamos– a un 15% más respecto a 2020, y que el 40% tiene educación superior, cosa que habría que ver en muchos de nuestros prohombres y gerifaltes de hogaño. Porque según los expertos que han analizado este camposanto salarial, los universitarios están sobrecualificados. En fin, que no hacían falta esas doctas alforjas para el viaje laboral español que es cutre, modesto y mileurista, pero abundoso en trabajadores pobres, con la mayor tasa de la UE.

De manera que la temporalidad y el empleo parcial son nuestro pan de cada día, dánosle hoy. Y explicar lo obvio 'español' a esta gente que nos gobierna es lo que hacían Unamuno, Ortega y Eugenio d'Ors, pero con mucha brillantez. España es siempre preludio de algo que va a ocurrir y que nunca llega, el 'empujoncito' y en este país de 'minijobs', capitidisminuidos y neuronalmente jibarizados, el estudiante se va volviendo sopista cronificado de Cáritas, pícaro de contento y hace de su vida una continua peripecia de curro mientras lo entrevista su desigual, que suele ser un pequeñoburgués analfabeto. Y así todos contentos, Amore.

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