Un manifestante contra la gestión del Gobierno de Pedro Sánchez de la alerta sanitaria. Efe

Desfase

De ser en verdad sólo dos las Españas, en materia de virus cada día parece más claro que una de ellas es la de Madrid y Barcelona. Y otra, la del resto

Carlos Aganzo

Valladolid

Sábado, 16 de mayo 2020, 07:44

No soy capaz de saber si hay una España o si hay dos. O si lo que hay en realidad son cien Españas, que van por fases. Pero me da la impresión de que estamos desfasados sin haber empezado apenas a 'desescalar'. «La política ... es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados», decía Marx, Groucho. Y la España de las autonomías, eso que en los tiempos de Unamuno se llamaba los pueblos de España, no deja pasar oportunidad poner en evidencia la máxima marxista. ¿Será eso que Pedro Sánchez llama 'cogobernanza'? ¿O será un lío que nadie parece capaz de deshacer?

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De ser en verdad sólo dos las Españas, en materia de virus cada día parece más claro que una de ellas es la de Madrid y Barcelona. Y otra, la del resto. A ninguna de las dos grandes ciudades les gusta la nomenclatura gubernamental. Y aunque de ordinario se tiren piedras, en una cosa se han puesto de acuerdo: no quieren fases enteras, sino medias fases. Es decir, la carta antes que el menú. Y mientras que Colau se toma cada día menos en serio a Torra, Díaz Ayuso ha decidido pasar por encima de Martínez-Almeida para convertirse, ella sola desde su apartamento-cuartel general, en la líder la oposición a Pedro Sánchez. Sobre todo ahora que la oposición pone pie en las calles. Entre fase y fase, ha pedido un 'desconfinamiento' especial para las manifestaciones. En horario de tarde a poder ser.

Hay muchos españoles que están cansados de levantarse cada día para contar muertos. Incluso los hay, por miles, que están también cansados de salir al balcón a las ocho para aplaudir. Creen que esta fase pasó hace ya tiempo, pero no terminan de atreverse a decirlo en alto. Y quieren bajar a la calle con sus cacerolas para protestar. No sabemos si aspiran a hacerlo armados también con fusiles, como los americanos, o con demagogias varias, como los alemanes, que mezclan en su reivindicación el rechazo a las vacunas, el odio a la democracia y el derecho a creer en una conspiración universal. O con banderas pre constitucionales.

A los gobernantes les viene de miedo el miedo para poder hacer y deshacer. Pero mientras una parte del mundo se encostra, otra se radicaliza. La OMS prevé que una de cada dos personas sufrirá problemas mentales a causa de la pandemia. Los habrá que en cuanto les dejen lo primero que hagan será buscar la terraza de un bar. Los habrá que, por el contrario, opten por seguir en casa, bien confortables con su chándal, sus balcones y sus 'fake news'. Pero los va a haber también –lo vaticina Díaz Ayuso– que salgan a la calle con intención bien distinta. La pandemia sanitaria ya es pandemia económica y pandemia política. Y está en la víspera de convertirse en pandemia social. Seguramente es pronto todavía para saber en qué fase se encuentra esta nueva anormalidad. Pero no hay que descuidarse. Eso sí, de momento ayer, con San Isidro, 250 esquiladores uruguayos entraron en España desafiando fases, escaladas, pandemias y cuarentenas. Lo hicieron para ejercer ese oficio que parece ser que a los españoles se nos ha olvidado. Unos crían la fama y otros cardan la lana. No todo se ha perdido.

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