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Dicen que en Madrid la palabra libertad ha pesado más que la palabra democracia. Algo que no termina de entender, en su vacío existencial (y representativo), el bueno de Edmundo Bal: cómo a un partido que se dice liberal le pueden robar la libertad (y ... la cartera) de esta forma, adelantándole por la derecha. Como tampoco acaba de comprender Pablo Iglesias, en su exilio interior (y televisivo), cómo en política se puede pasar del casi todo al casi nada. Por más que se le explique que el primero que empezó a darle patadas al concepto de democracia, hasta dejarla casi inidentificable, fue él mismo. Éste, por lo menos, entró rico y saldrá casi creso del juego democrático. Y podrá seguir dándole patadas cómodamente al sistema desde esos medios de derechas que juegan a la revolución popular con los incautos de izquierdas. Con los que desconocen, entre otras cosas, las etimologías.
La libertad, Sancho, aunque sea de manera torticera, ha ganado muchos enteros en estos días. Es lo que suele ocurrir cuando los ciudadanos se sienten comprimidos, inhibidos, reprimidos, cohibidos, dominados o manejados. El presidente Sánchez, que lo intuía, eligió desentenderse del mando. Pero no a tiempo. Y ha dejado una vez más el lío en manos de las taifas. Y ahora la desescalada, como en los ejércitos sin cabeza, corre el riesgo de convertirse en desbandada. Cuando decretó el estado de alarma, en octubre, el ínclito presidente dijo que tomaba esta decisión con la intención de prolongarlo hasta alcanzar una incidencia de 25 casos por cada 100.000 habitantes. Ahora seguimos por encima de los 200, pero ya no hay quien sujete al contribuyente. Ni al votante. Y si no funciona, para eso están los jueces.
La libertad, Sancho, tiene aversión a los toques de queda, a los cierres perimetrales y, sobre todo, a las restricciones del derecho de reunión. En Madrid, la represión de la libertad le ha costado al PSOE quedarse en números rojos. Y visto lo visto, en el resto de los territorios se han puesto muchas barbas a remojar. Pero no con orden ni con criterios científicos (hay mentiras, mentiras y datos estadísticos), sino con sálvese quien pueda. Esta noche, por ejemplo, hay toque de queda a las 22:00, cena en casa de 22:00 a 00:00, y 'kedada' a partir de las 00:00… Y aviso de multa para el que se equivoque. Que todo esto parezca un juego, nos hace olvidar lo que de verdad hay todavía en juego en este paréntesis entre la desbandada general y la inmunidad de rebaño vacuno, que se hace rogar.
Porque libres, lo que se dice libres, sólo lo volveremos a ser cuando no tengamos deudas ni secuelas. Y sobre todo, cuando no tengamos miedo. Que «quien vive temeroso nunca será libre», como nos advertía Horacio. Pero ojo: no ha terminado Biden de decir que también se va a dar libertad a las patentes de las vacunas y el personal, de un día para otro, ya quiere pensar que se libera también del miedo. Y está dispuesto a hacer en unas cuantas noches de mayo todo lo que no le han dejado en catorce meses. Ni tanto ni tan calvo. La libertad, Sancho amigo, siempre ha sido un bien difícil de administrar en este país nuestro.
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