Desabastecimiento psicológico

Los mismos que hace unos días auguraron que para Navidad no tendríamos ginebra ni juguetes electrónicos (cada uno le pide a los Reyes lo que le parece), ahora nos exhortan a que sigamos confiando en el Black Friday, que se ha convertido en algo así como el reno explorador de Santa Claus. Sin embargo, hay señales de que el mundo ya no gira a la velocidad a la que nos tenía acostumbrados. Por ejemplo, el bigote de Daniel Ortega, que ahora ya es idéntico al que lucía Anastasio Somoza cuando fue elegido presidente de Nicaragua. O el regreso de ABBA, después de cuarenta años de fama silenciosa. O, sin salir de casa, los nuestros, que parecen empeñados en revivir, a lo Delibes, las guerras de nuestros antepasados. La taifa del PP no se aburre de jugar a la conjura de los necios. Y la del PSOE vive desorientada entre el federalismo cañí y el sentido último de la Internacional Socialista: ni proletaria ni global, sino por territorios, como en los tiempos de Largo Caballero.

Da qué pensar. Como da por pensar también en cuál será el ánimo verdadero del ciudadano mondo. Frente al desabastecimiento, parece que aumenta el consumo de alcohol. Aunque no tanto como el de cannabis o las sustancias psicotrópicas. También suben las listas de espera hospitalarias y el número de violaciones per cápita. Las últimas, dicen, hasta un 30%. Aunque seguramente estas no sean magnitudes macroeconómicas, sino más bien, como asegura el ministro, efectos psicológicos.

Y sin embargo hay esperanza. Por lo menos para los españoles. Según la lista Forbes, este año los ricos nacionales son más ricos, en un 17 por ciento, que el año anterior. Aunque yo, como Einstein (antes que como Forbes), pienso que ninguna riqueza del mundo puede ayudar a que progrese la humanidad. Más bien me da por pensar que ese 17 por ciento hacia arriba de unos necesariamente se habrá de corresponder con un 17 por ciento hacia abajo de otros. Cuando menos. Si el jueves un contenedor del muelle de Valencia valía diez veces más que el mismo contenedor hace un año, alguien va a ganar mucho dinero estas Navidades. Pero seguro que alguien va a pagar el pato. O dicho de otro modo, que con la gasolina nos empieza a pasar como con el amor de Lope y la factura de la energía. Que salimos con previsión de llegar a Medina del Campo y nos quedamos en Rueda.

Frente al frío y al desabastecimiento de materias primas extranjeras queda, eso sí, el recurso de un verdejo nacional. Y la belleza sublime del campo helado, como un sueño de cristal, entre horizonte y horizonte. Todo es, amigo Garzón, cosa de la psicología social. El que no se consuela es porque no quiere. O porque no le da para pagar la wifi.