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Derecho a decidir

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Editorial ·

Es la última oportunidad que Torra, Aragonès, Puigdemont y Junqueras tienen de reclamar a los suyos unas elecciones sin otra confrontación que la de las ideas

El Norte

Valladolid

Viernes, 8 de noviembre 2019, 07:42

La convocatoria de unos nuevos comicios para sacar al país del atolladero al que le condujo la mezcla de indisposición e incapacidad mostrada por los partidos para el acuerdo de gobernabilidad tras el 28-A anunciaba una campaña enrarecida. De entrada, debía dirimirse el reparto ... de unas culpas que las distintas fuerzas en contienda tratarían de sacudirse para transferírselas a las demás. Su coincidencia con la sentencia sobre el 'procés' ha añadido un especial enconamiento a la pugna partidaria, a causa de los episodios de violencia callejera que se han sucedido en Cataluña ante la impasibilidad de la Generalitat, y los reiterados avisos de su presidente, Joaquim Torra, sobre la reedición de lo ocurrido en septiembre y octubre de 2017. La revelación de partes del sumario abierto por la actuación de un grupo CDR ha acabado mostrando un panorama de notable descontrol institucional en aquella comunidad. Con el riesgo latente de que entre mañana, día de reflexión, y pasado mañana, jornada electoral, pudieran tener lugar actos que enturbien los comicios en Cataluña y, en esa medida, limiten el 'derecho a decidir' de todos los españoles. La confrontación extremada en torno a cuestiones de identidad forma parte de la realidad ante la que han de pronunciarse los ciudadanos con su voto. Pero en tanto que la crisis catalana acapare el escenario electoral hasta el momento mismo de la votación, la ineludible respuesta que precisa el problema político y constitucional más importante que afecta al conjunto de los españoles tiende a dejar fuera del escrutinio todas las demás preocupaciones y aspiraciones ciudadanas. Es lo que más ha enrarecido la campaña, porque los partidos en concurso han dado muestras de mantener las propuestas programáticas que llevaron a la convocatoria del 28 de abril, pero sin explicitarlas una a una, mientras improvisaban una suerte de subasta electoral para atajar, reconducir o atenuar en cada caso el desafío independentista. Cuando queda solo una jornada para que los protagonistas de la liza electoral concedan al resto del país y a las demás inquietudes sociales la cuota de atención que se merecen, es de temer que de nuevo el sector más desatado del independentismo quiera dejar su impronta en el 10-N, coartando la libertad de muchos catalanes y condicionando la del resto de españoles. Es la última oportunidad que Torra y Aragonès, Puigdemont y Junqueras tienen de reclamar a los suyos unas elecciones sin otra confrontación que la de las ideas y opiniones diversas.

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