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La derecha versátil
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Alberto Núñez Feijóo intentará asentar su liderazgo al frente del PP en un juego de equilibrios y de compensaciones internasLa llegada de Alberto Núñez Feijóo cierra con una rapidez inédita y una espectacular operación de imagen en el congreso de Sevilla la crisis de liderazgo desencadenada en este partido con Pablo Casado. El centroderecha español abre un nuevo ciclo que tiene como objetivo esencial ... su conversión en una alternativa de poder creíble. Para ello el PP debe aclarar primero algunas incógnitas que pesan sobre su estrategia de forma determinante. La principal es qué tipo de relación va a querer establecer con Vox, que supone una gran hipoteca para su consolidación como una alternativa de poder de carácter liberal conservador, dentro del cauce marcado por la Constitución, que entre otras cosas contempla un Estado autonómico formado por nacionalidades y regiones.
Feijóo asume la dirección del PP después de llevar las riendas de la Xunta de Galicia. Se considera, a sí mismo, un autonomista convencido de esa España diversa que, por esencia, es cuestionada por el ultranacionalismo español liderado por Santiago Abascal. Por eso, el acuerdo de Castilla y León que permite a Alfonso Fernández Mañueco seguir en el poder al frente de un gobierno de coalición supone un lastre gigantesco que pesa sobre el nuevo liderazgo, que le va a obligar a realizar determinados movimientos de compensación si no quiere que el buque termine escorándose al populismo sin margen de maniobra a la hora de explorar alianzas y de buscar compañeros de viaje.
El gran problema del centroderecha español no es tanto su definición ideológica como fuerza reformista y moderada que aspira legítimamente a capitalizar el desgaste de Pedro Sánchez en este momento de fuerte impacto económico y social. No es nada sencillo encontrar un punto de conexión entre la derecha sin complejos –y «reconocible»– que proclama Díaz Ayuso con el perfil centrista de Juanma Moreno Bonilla. Su verdadero drama existencial es que solo tiene el concurso de la extrema derecha para asentarse en el poder y que no puede fraguar otras opciones alternativas.
Es decir, o logra la mayoría absoluta –una posibilidad cada vez más complicada en el fragmentado paisaje político– o el PP se verá obligado a recurrir siempre a Vox a la hora de buscar respaldos para dirigir las instituciones, lo que le plantea un problema que afecta a cuestiones de principios como partido comprometido con la estabilidad y que dice detestar de las soluciones demagógicas y simplistas del extremismo. Que en Europa se mire con sospecha estos devaneos no es algo anecdótico sino que toca una pieza troncal del PP para ser homologable a otros partidos de su misma familia.
Por eso Feijóo se puede ver obligado también a moverse y a hacer equilibrios en el alambre. Puede combinar su discurso exigente con el Gobierno de Sánchez, pero, a la vez, sin deslegitimarlo, con otros movimientos. Al tener el respaldo unánime de su partido, Feijóo dispone de autoridad interna y tendrá más libertad para explorar algunos entendimientos de Estado con el PSOE y trenzar complicidades con la sensibilidad periférica con la que también debe construirse el Estado para ser viable. Con una mano, vía libre a Mañueco en su entendimiento con Vox. Con la otra, abrazarse a Moreno Bonilla, consciente de que su verdadera prueba de fuego para afianzar su liderazgo son las autonómicas andaluzas.
El PNV vio en un principio con satisfacción la llegada de Feijóo. Creyó que representaba ese discurso periférico. Después, el pacto con Vox desbarató cualquier posibilidad de acercamiento al plantear escollos insalvables. Los jeltzales creen que la extrema derecha española es una seria amenaza para el sistema democrático y para el modelo autonómico. Tanto la llegada del nuevo líder gallego como el perfil de su secretaria general, Cuca Gamarra, exalcaldesa de Logroño, encarnan un PP con el que los nacionalistas vascos podrían entenderse en el día de mañana con más facilidad. La relación entre el PNV y Sánchez no tiene en este momento alternativa, pero atraviesa dificultades de interlocución que los jeltzales atribuyen a la actitud del presidente, que gobierna como si tuviera la mayoría absoluta.
Feijóo, hasta ahora, ha sido muy pragmático, representa la derecha versátil por excelencia y tiene a partir de ahora su oportunidad para encontrar el punto oportuno sin sobreactuar. En realidad, no lo necesita y cualquier exceso puede terminar por gripar el motor. Es verdad que Galicia no es Madrid, pero la expectativa de volver al poder a medio plazo es el mejor cemento de la bandera de la unidad interna con la que se ha envuelto el PP en Sevilla.
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