Secciones
Servicios
Destacamos
Escribió hace años Carl Honoré un delicioso libro titulado 'Elogio de la lentitud' que se convirtió, por derecho propio, en todo un éxito editorial. Pude comentar con el autor, periodista canadiense, la génesis de su ensayo surgido de lo absurdo de contarle a su hijo ... pequeño cuentos resumidos antes de dormir. Todo para tardar menos tiempo y hacer las cosas más rápidamente. La velocidad es, sin duda, uno de los atributos que más se valoran en la sociedad actual y en el mundo de la empresa, por ejemplo, ser más rápido que el adversario constituye un elemento que se traduce en forma de ventaja competitiva. Otra cosa muy diferente es la calidad del trabajo realizado o el cuidado de los detalles que, como todo el mundo sabe, suelen estar reñidos con las prisas excesivas.
Ahora, un ilustre colega de profesión, el burgalés Pedro García Cuartango, ha publicado un conjunto de reflexiones en forma de artículos periodísticos que ha encabezado con el título genérico de 'Elogio de la quietud'. Cuartango, que es un afrancesado irredento y disfruta con los pequeños placeres cotidianos derivados de la lectura y la escritura, nos hace pensar en lo importante que son la armonía y el equilibrio en cualquier existencia humana. La serenidad, la placidez derivada de la contemplación y la conversación con uno mismo, constituyen lujos accesibles que practicamos muy poco.
Lo contrario de la lentitud no es únicamente la velocidad, sino lo que esta suele llevar aparejada. Correr sin rumbo, como pollos sin cabeza, raramente resuelve un problema, sino que suele embarullarlo aún mas. Me comentaba uno de los máximos responsables de la Unidad Militar de Emergencias lo necesario que era reflexionar, siquiera unos minutos, antes de actuar ante cualquier catástrofe. Lo que pudiera parecer una pérdida de tiempo es, en realidad, justo lo contrario, porque cuando se acomete la actuación se sustenta en parámetros de eficacia que el atolondramiento no permite. Parar, pensar, reflexionar antes de actuar, puede salvar vidas y evitar acciones equivocadas. Aplicar a las situaciones complejas y comprometidas la sabiduría de la tortuga, es una de las vías más directas a la resolución de los problemas.
Comemos deprisa, casi deglutimos, sin fijarnos a veces muy bien en los que nos llevamos a la boca. Algunos son incapaces de degustar un buen vino, porque en lugar de disfrutarlo lo ingieren sin paladearlo como se merece. Conducimos deprisa, en permanente estado de cabreo. La ansiedad domina las vidas de mucha gente que llega siempre tarde a todos lados. La permanencia media de un lector de Internet ante una noticia es de ¡siete segundos!, lo que permite ver el titular y nada más. La capacidad de comprensión decrece porque las generaciones más jóvenes, educadas en series de dibujos animados que cambian de plano cada tres segundos, en videoclips trepidantes y en videojuegos que no dan tregua, se manifiestan incapacitadas para leer una novela o apreciar la belleza de la poesía.
Vivimos tiempos en los que la celeridad es un valor en sí mismo sin que sepamos muy bien por qué es mejor hacer las cosas rápidamente que hacerlas bien. Somos incapaces de demorar la gratificación que ofrece cualquier placer porque nos apremia la instantaneidad. Las sociedades erradican, irresponsablemente, el placer innato de la lentitud que permite disfrutar de un cuadro o de la descripción literaria de una situación. Leer despacio a Machado empieza a resultar tan exótico que nos hace sentir lastima por lo que se pierden quienes no lo hacen, inmersos en una carrera que conduce, irremediablemente, a ninguna parte.
Noticia Relacionada
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.